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Cayetano González

Al suelo, que vienen los nuestros

Si la dirección nacional del PP es incapaz de ver lo que hay de fondo en este ataque a la Comunidad de Madrid y a su presidenta es que está muy ciega.

Pese a su juventud, seguro que Isabel Díaz Ayuso conoce esta famosa frase que se atribuye a un político de la Transición que tenía mil conchas, Pío Cabanillas Gallas, padre del que fuera ministro portavoz en los Gobiernos de Aznar. No sé si la presidenta de la Comunidad de Madrid habrá recordado en estas últimas semanas esta frase, al sentir la soledad en la que le ha dejado su partido y con la que ha tenido que enfrentarse al brutal ataque político que ha sufrido por parte del Gobierno social-comunista de Sánchez e Iglesias. Un ataque que ha tenido como hito importante la aplicación –como con acierto ha expresado el alcalde Martínez Almeida– de un “artículo 155 sanitario”, al aprobar el Consejo de Ministros el pasado viernes el estado de alarma sobre buena parte de la Comunidad de Madrid.

Si la dirección nacional del PP es incapaz de ver lo que hay de fondo en este ataque a la Comunidad de Madrid y a su presidenta es que está muy ciega. Si uno se atiene a algunos comentarios deslizados por “fuentes de la dirección popular” en la crónica publicada este domingo por El Mundo y firmada por Lucía Méndez, no puede más que concluir que efectivamente en la calle Génova están muy ciegos.

“Isabel se ha empoderado y se ha olvidado de quién la puso donde está. Rodríguez –en referencia a Miguel Ángel Rodríguez, su jefe de gabinete– solo trabaja para ella, no le interesa lo que le pase a Pablo Casado”: es una de las perlas de la citada crónica de El Mundo. Son de tal simpleza los argumentos expuestos por esas “fuentes de la dirección popular” que uno se echa a temblar al pensar en la capacidad de análisis, de hacer un diagnóstico correcto, que tiene el entorno del presidente del PP.

Lo que tenía que haber hecho la dirección popular –barones regionales incluidos– era apoyar desde el primer momento, sin ningún tipo de fisuras y visualizándolo, a la presidenta Ayuso, porque el ataque de Sánchez, Iglesias, Illa y todo el aparato mediático gubernamental tiene un alcance político muy claro, que ha resumido perfectamente la propia Ayuso en un artículo publicado este lunes en la Tercera de ABC:

Esa estrategia de manipulación de los sentimientos, frentismo, división, manipulación de la historia, que tiene postrados o en peligro a nuestros hermanos de Hispanoamérica, usa ahora el poder y el sufrimiento para ir a por Madrid, que con el Poder Judicial, la Corona y la Constitución del 78 son lo único que se interpone entre ellos y hacer su nada santa voluntad.

En el terreno estrictamente político, la izquierda política y mediática no ha aceptado ni aceptará nunca que el ayuntamiento de la capital de España y la Comunidad de Madrid estén gobernados por el PP. En el primer caso, mandando a su casa a Manuela Carmena, uno de los iconos de esa izquierda. En el segundo, esa aceptación es más dolorosa, porque llevan muchos años sin gobernar desde Sol.

En lugar de arropar a Díaz Ayuso, algunos dirigentes del PP –en la calle Génova y fuera de ella– se han dedicado a deslizar comentarios, a insinuar cosas encaminadas a minar a la presidenta de la Comunidad, quizás sorprendidos por su capacidad de resistencia, por su coraje y valor para hacer frente a la batalla desatada desde el Gobierno de España tomando como pretexto la pandemia del covid-19.

Isabel Díaz Ayuso sabrá lo que tiene que hacer, pero una de las prerrogativas que le concede el estatuto de autonomía es disolver la Asamblea y convocar elecciones. ¿Que es arriesgado desde el punto de vista electoral? Sin duda. Pero de cómo acabe esta batalla que ha declarado Sánchez a Madrid dependerá mucho el futuro de la alternativa que el PP y Vox –Ciudadanos se ha autoexcluido y camina hacia su desaparición– tienen que empezar a construir para hacer frente a este Gobierno social-comunista. En este sentido, la batalla política en Madrid trasciende sus límites geográficos. Lo que está en juego es el presente y el futuro de España.

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