La Comintern mediática tuvo un notable éxito al desacreditar la foto de Colón. Dos de sus protagonistas ya se avergüenzan de ella tras olvidar que fue provocada por aceptar Sánchez la intervención de un relator internacional que, en funciones de moderador, ayudara a resolver el conflicto catalán. El primer avergonzado ha sido Ciudadanos, que ahora colabora con la mano derecha del PSOE mientras cierra los ojos a lo que hace con la izquierda. Pero luego fue el PP el que agachó la cabeza. Ninguno de los dos ha concluido que un mínimo de coherencia exigiría rechazar el apoyo que Vox les da en las comunidades y ayuntamientos que gobiernan. Al contrario. Casado alega como prueba de su sincero arrepentimiento el no haber dado a Vox ninguna responsabilidad de gestión.
Con independencia de la calificación moral que merezca la actitud de los tres, conviene examinar sus consecuencias estratégicas. El permanente ofrecimiento de Ciudadanos como innecesaria quinta pata para sostener al PSOE le desacredita como oposición. Probablemente Sánchez podría aguantar aun sin su ayuda. Pero el que exista ésta le da al Gobierno social-comunista del PSOE y Podemos una pátina de centralidad y sensatez que es falsa, como demuestran las constantes cesiones de Sánchez al nacionalismo. Encima, los Presupuestos que apoyará Arrimadas son exactamente lo contrario de lo que recomendaría cualquier liberal.
Tampoco se entiende que el PP de Casado se muestre tan dispuesto a colaborar en la desastrosa gestión de la pandemia del Gobierno bajo el pretexto de introducir en ella algo de sentido común. Casado no quiere ver que no es la incompetencia de Sánchez lo que está destruyendo la economía, sino su propósito de generar centenares de miles de parados y subsidiados que espera le voten en el futuro bajo la amenaza de que, si llega al Gobierno, la derecha liberal les privará del único medio de vida que les ha dejado su política de izquierdas.
En cualquier caso, la actitud de ambos deja a Vox, con toda su argumentación gruesa y su radicalismo más formal que real, como titular del monopolio de la oposición. Podría ocurrir que buena parte de los españoles que desaprueban la gestión de Sánchez no lo hagan con tanta vehemencia como para votar a Vox y se vayan a engordar la abstención. Pero podría ocurrir también, si el modo de gobernar de Sánchez es suficientemente desastroso, que muchos de ellos lleguen a convencerse de que es preferible Vox a socialistas y comunistas, ante la evidencia de que Ciudadanos es un apéndice por la derecha del PSOE y el PP un mero gestor ordenado de la socialización que padece España. Esto sería bueno para Vox. Pero no para España, aunque sólo sea por la incuestionable incapacidad de Vox para derrotar a la izquierda con sus solas fuerzas. Esta evidencia es la que subyace bajo la exitosa estrategia del PSOE dirigida a dividir a la derecha y que cuenta con la inestimable colaboración de los tres partidos que la integran, aunque con un muy diferente grado de responsabilidad.