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Emilio Campmany

Y Madrid, ¿qué?

Las demás comunidades autónomas, incluidas las gobernadas por el PP, se niegan a imitar las políticas de Ayuso para no tener que admitir su éxito.

Las demás comunidades autónomas, incluidas las gobernadas por el PP, se niegan a imitar las políticas de Ayuso para no tener que admitir su éxito.
Isabel Díaz Ayuso visita la Fundación Instituto Madrileño de estudios Avanzados en Nanociencia. | EFE

"¿Qué de qué?", contestaría el guindilla, devolviendo la pregunta con otra. Y la chulapa le volvería a preguntar: "Que qué de la impericia de Ayuso". Y el agente de la autoridad no tendría otro remedio que admitir: "De la impericia de Ayuso, na de na". "¿De na?". "Na", zanjaría el poli.

Prueba irrefutable del sectarismo que domina los medios de comunicación españoles es el trato dado a esta presidenta de comunidad autónoma que, teniendo que hacer frente a la pandemia en un territorio tan densamente poblado, fue expuesta al más cruel escarnio público cuando al principio de la segunda oleada su región arrojó las peores cifras absolutas de toda España. No quiso nadie tener en cuenta que, en términos relativos, los números no eran tan malos. Tampoco se quiso dar un margen de espera para ver si sus medidas daban algún resultado. Se aplaudió que el Gobierno se negara a negociar nada con ella y le impusiera una intervención que jamás se habría atrevido a implantar en Cataluña o el País Vasco. La mayoría de los medios rechazaron lo obvio, que los baremos para justificar la intervención habían sido fijados arbitrariamente porque eran los que Madrid incumplía en ese momento. Apenas se destacó que Navarra, gobernada por una socialista con el respaldo de los filoetarras, habría merecido mucho más una intervención de esa clase. Se tacharon de clasistas los confinamientos perimetrales por áreas que se basaban en los análisis de las aguas negras, que permiten determinar de forma muy temprana la extensión de la enfermedad por barrios y, si hubiera medios, por manzanas e incluso por comunidades de propietarios.

Hoy, las cifras de Madrid son de las mejores de España, no obstante tener la comunidad una alta concentración de población y padecer las facilidades que da al contagio el hacinamiento en los transportes públicos y en las calles de algunas zonas. Y encima es sin duda la comunidad que mejor ha sabido preservar su economía, hasta el punto de haber sido Madrid la que ha salvado las cuentas del tercer trimestre, que es lo que ha permitido al Gobierno sacar pecho frente a la UE. Más hiriente todavía es que esos mismos medios que arremetieron contra la eficiente presidenta se apresuren hoy a ponerle el micrófono a su inútil vicepresidente, Ignacio Aguado. Éste, con mascarilla de granito, aprovecha toda ocasión para atribuirse los éxitos de ella, a pesar de haber sido él el primero en desdeñar sus políticas y alentar una intervención del incompetente Illa. Encima, todas las demás comunidades autónomas, incluidas las gobernadas por el PP, se niegan a imitar las políticas de Ayuso para no tener que admitir su éxito.

Todavía hay muchos españoles que siguen creyendo lo que los medios, de derechas y de izquierdas, dijeron de ella cuando la tildaron unas veces de estúpida y otras de loca. De hecho, siguen siendo pocos quienes le reconocen ser el único gobernante capaz de combatir el virus con cierta eficacia, a la vez que salva en lo posible la economía de su región. Y lo está haciendo sin apenas instrumentos legales y bajo el fuego que no cesa del Gobierno de Sánchez e Iglesias. Si esto no es desinformación, que vengan Iván Redondo y Carmen Calvo y lo vean.

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