
Al grano. ¿Es bueno el empate del derbi para el Atlético de Madrid? No, se queda corto. ¿Podría convertirse en algo bueno? Si gana al Athletic este miércoles, no tengan ninguna duda de que sí y matizo mi respuesta. En mi opinión no es bueno el punto sumado porque se debieron sumar 3 y porque el Barcelona se sitúa a solo 3 puntos del cuadro colchonero. Eso sí, el punto sumado, si se une a otros tres en el último partido aplazado que le queda al Atlético, harían que la ventaja del equipo de Simeone se disparase a los 6 puntos respecto al Barcelona y a los 8 con el Real Madrid. Si 26 jornadas después logras esa renta y no estás contento, háztelo mirar.
Respecto a lo visto en el terreno de juego del Wanda Metropolitano, Trippier es una bendición para el Atlético de Simeone. Luego entraré en el tema del ‘perdonaderbis’, pero sinceramente pienso que el conjunto rojiblanco puede y debe ser optimista tras el duelo ante el Real Madrid. El regreso de Trippier, independientemente de si el Cholo opta por un 4-4-2 o por el 5-3-2 de este curso, provocó que el Atlético mostrase en los primeros 45 minutos los mismos rasgos estructurales que ofreció en una primera vuelta en la que logró 50 puntos de 57. El lateral inglés equilibra la defensa, suelta la correa de Marcos Llorente para que el galgo rubio siga regalando goles a Luis Suárez y lo más importante, permite que la salida de balón del Atlético sea rápida y contundente. Koke ya no mira solo hacia la izquierda o en profundidad hacia la derecha sino que tiene a Trippier cerca para elaborar. Traducción: el Atlético gana amplitud, profundidad, toque, valentía y se siente dominador. Lo dicho, una bendición inglesa.
Más allá de Trippier, la primera parte también dejó una gran versión de Marcos Llorente, Luis Suárez, Carrasco y Lemar. Los dos primeros elaboraron la jugada del 1-0 y los segundos, junto a la brújula de Koke, fueron estiletes de un Atlético dominador y valiente. Precisamente por eso se entiende poco que Simeone dejase en el campo a un desafortunado Correa para quitar a Yannick y Lemar. Uno puede, pero quitar a los dos fue el inicio de ese Atlético ‘perdonaderbis’ que se suele quedar a medias y que, como no, se quedó a medias. En cuanto se fueron ellos, el Real Madrid aterrizó en el partido. Causa y efecto. Por lo tanto, error de Simeone que permitió respirar a Zidane cuando el francés apenas había cambiado nada en la pizarra como para dominar el choque.
Sin Carrasco y Lemar, el Real Madrid revivió, sin embargo, esa no fue la peor noticia para el Atlético ya que incluso con el conjunto blanco dominando apenas se vio agobiado al cuadro del Cholo. Era un dominio de futbolín. Le doy a la ruleta todo el rato a ver si marco gol. Punto. No se vio un plan de Zidane, que además tragó saliva en un par de ocasiones cuando Courtois le salvó la vida frenando las acometidas de Suárez y Carrasco. No apareció la mejor versión madridista ni siquiera cuando el Atlético le abrió la puerta, pero como decía antes, lo peor para el equipo de Simeone estaba por llegar. ¿Qué fue? Los cambios inoperantes.
Quitar a Carrasco y Lemar ya fue de por sí una decisión equivocada de Simeone, pero si además de eso metes al ‘silenciador’ Joao Félix para hacer ruido y el portugués pasa de mandar callar a quedarse otro día más callado, pues pasa lo que pasa. Aparece Benzema en el 87 y te pone el disfraz de ‘perdonaderbis’. Sin intensidad en los once jugadores no se gana un derbi jamás y es imposible que alguien tenga dudas a día de hoy acerca de la razón por la cual Joao es suplente en el Atlético. Correa hizo ayer un pésimo partido en ataque, pero acabó agotado para que la táctica de su equipo jamás cojease. Hizo lo que no hizo el portugués en la primera vuelta tapando a Kroos. Por lo tanto, Joao, aunque no sea siempre tu culpa, espabila. Así de claro. Tienes calidad para callarme a mí, al Metropolitano, a Lodi o a Simeone, pero activa ese cuerpo latino que tienes porque los Haaland y Mbappé de turno se enfadan corriendo, no trotando. En resumen, calla bocas gritando gol en el campo, no con la manita.
Por último no me voy a olvidar de la mano de Felipe. Tengo una opinión muy clara y no hago diferencias entre colores rojiblancos, blancos, azulgranas o verdiblancos. Tampoco la hago entre la mano de Felipe, el codo de Sergio Ramos o el brazo de Lenglet. O todas o ninguna. La norma actual es el ‘antifútbol’, porque esas manos involuntarias jamás deberían ser punibles, pero si la regla dice que es mano, penalti al canto. Ojo, penalti al canto siempre, no dependiendo de la interpretación de la “mejor generación arbitral de la historia", como dijo Velasco Carballo. Para mí, de momento, son la peor mejor generación y ayer volvieron a demostrar que en el fútbol actual nadie sabe a ciencia cierta qué es mano y qué no lo es.