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Antonio Robles

“Ni me voy a callar ni me voy a ir”

Como dice el escritor, “en Cataluña el nacionalpopulismo sigue en el poder y nosotros flotamos en un líquido amniótico de mentiras”.

Como dice el escritor, “en Cataluña el nacionalpopulismo sigue en el poder y nosotros flotamos en un líquido amniótico de mentiras”.
Javier Cercas, en TV3. | TV3

El acoso intimidatorio al que está siendo sometido el escritor Javier Cercas por el nacionalismo desde su aparición el pasado sábado en TV3 es la más dolorosa demostración en carne propia del abandono a que hemos estado sometidos en Cataluña todos los ciudadanos castellanohablantes y catalanohablantes no nacionalistas desde 1980. Y la acusación más flagrante contra todos cuantos prefirieron pasar desapercibidos en el paisaje cuando su silencio o su equidistancia dejaban el campo libre al abuso y permitían crecer al monstruo. 

Que no se me confunda, no quiero pasar cuentas, ni mucho menos mostrarme cicatero con el coraje demostrado por Javier Cercas contra la inquisición nacionalista desde que se cayera de la burra en 2017 (se ganó a pulso ser incluido en el libro Equidistantes exquisitos con la entrada “Cercas, bienvenido a la realidad”). Sólo mostrar con su persecución actual que si le están haciendo la vida imposible ahora es porque antes docenas de intelectuales como él, con capacidad de influir mediáticamente, culturalmente, socialmente, políticamente, se callaron, consintieron o colaboraron. Y lo subrayo porque, lejos de que hayamos logrado superar esa cobardía, aún hoy hay una mayoría de medios, intelectuales y políticos, incluyendo al propio Gobierno de la nación, que siguen en la inopia o directamente conspirando con nacionalistas a costa de los derechos ciudadanos de millones de españoles secuestrados por las mentiras permitidas. Lo subraya el propio Cercas con palabras exactas: “En Cataluña el nacionalpopulismo sigue en el poder y nosotros flotamos en un líquido amniótico de mentiras”.

Nunca debimos permitir que ese grado de sugestión colectiva llegara a cristalizar. “Hasta aquí hemos llegado”, nos dice ahora con urgencia y dramatismo. También, por qué no decirlo, con el apoyo de un periodismo progre que parece haber descubierto por fin un mártir del abuso nacionalista, a su gusto.

Todos los que la han padecido, todos los que tomaron conciencia en algún momento de este largo proceso, han llegado a la misma conclusión. Pero, al contrario que Cercas, han tenido que sufrir las consecuencias durante años en el más absoluto abandono y, en la mayoría de los casos, tratados como escoria facha, ninguneados o satanizados por los propios medios constitucionales y, en el caso de los años más negros del terrorismo etarra, enterrados en la clandestinidad.

Es muy importante tomar conciencia de que han existido y siguen existiendo cientos de miles de padres anónimos sufriendo en silencio el calvario de una sociedad anestesiada por la secta nacionalista por el simple hecho de pedir enseñanza en lengua materna para sus hijos, y niños sometidos por las instituciones catalanistas a un adoctrinamiento propio de pedagogías pederastas. Apliquen el cuento a la muerte social en todos los campos de la vida institucional para todos los que no consintieron ser súbditos, sino ciudadanos libres. Lo exponía el miércoles con bisturí de cirujano el catedrático de Derecho Internacional en la UAB Rafael Arenas: “Tan sólo están dispuestos a tratarte como igual si tú los tratas a ellos como superiores”.

Es preciso que no nos quedemos con la anécdota de Javier Cercas. La categoría está en esa sociedad silenciada y excluida, anónima, que sufre en silencio el abandono desde hace cuarenta años. Acaba de salir el libro ¿Somos el fracaso de Cataluña? La voz de los desarraigados, del profesor Iván Teruel. De los pocos libros que detallan y transmiten el sufrimiento cotidiano de los excluidos. Algún día, cuando esta pesadilla explote como un grano de pus ponzoñosa o simplemente se disipe, nos preguntaremos con incredulidad cómo fue posible tanta ceguera e insensibilidad por parte de tantos.

Es preciso recordar de vez en cuando la lección del presidente del tribunal de los Juicios de Núremberg, dramatizados en la película Vencedores y vencidos, contra los jueces que colaboraron con el nazismo. Una reflexión obligada ante lo que nos acontece. Al final de la película, cuando el juez alemán más prestigioso de todos ellos ha asumido su culpa y trata de disculparse ante el juez que le juzgó sin aún explicarse cómo pudo llegarse a aquella barbarie, éste le espetó: "Señor Yani, se llegó a eso desde el primer hombre al que condenó sabiendo que era inocente".

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