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Cristina Losada

La Historia absorberá a Iglesias

Iglesias ha construido su dimensión histórica sobre la falsificación de la Historia.

Iglesias ha construido su dimensión histórica sobre la falsificación de la Historia.
Pablo Iglesias. | EFE

Dirigentes políticos ha habido que, perfectamente conscientes de su papel histórico, no se ufanaron de haberlo tenido. No necesitaban jactarse de la trascendencia de lo que habían hecho. Era evidente, y resultaba cuando menos de mal gusto andar por ahí presumiendo de la dimensión histórica de la propia figura. Hacerlo empequeñece. El caso de Pablo Iglesias es, en este sentido, sintomático. En el Corriere della Sera, el pasado día 2, se comparaba con Enrico Berlinguer. Para superarlo. Ni siquiera Berlinguer, líder del principal Partido Comunista de Occidente, había logrado llegar adonde había llegado él, dijo. El logro era que hubiera un marxista en un Gobierno de la OTAN. Nada menos que al Corriere fue a decir que ha llegado a metas que resultaron inalcanzables para Berlinguer. ¿Por quién nos toma?

Merece la pena detenerse en esta ficción política de Iglesias. Es característica: no ya plenamente ficticia, sino enteramente falsa. En nada es comparable la entrada de un marxista "en un Gobierno de la OTAN" hoy con lo que hubiera sido la entrada de un comunista en un Gobierno de la OTAN en vida de Berlinguer, cuando aún existía y era una amenaza la Unión Soviética. De hecho, las innovaciones políticas por las que Berlinguer ha pasado a la historia se gestaron para sortear el problema que representaba la URSS para que un partido comunista participara de algún modo en un Gobierno de Europa Occidental. Iglesias, fantasma donde los haya, coloca la mercancía averiada como si la Guerra Fría siguiera ahí. Por eso habla de la OTAN y no de la UE, que hoy es el referente lógico.

Iglesias ha construido su dimensión histórica sobre la falsificación de la Historia. La falsificación de la historia de España, especialmente de la Transición, la falsificación de la historia del comunismo y la de cualquier otra que le sirviera para dotar a su proyecto político y a su persona de un aura mítica. Alguien capaz de decir que ha superado los logros de Berlinguer, un político a cuyo entierro en 1984 –murió a los 62 años– asistió más de un millón de personas, es capaz de cualquier cosa. Si acaso podría presumir de cómo él, un oscuro profe de Políticas, consiguió ser vicepresidente de un Gobierno. Por poco tiempo, sí, pero en todo caso gracias a la extrema debilidad y al inveterado oportunismo de Pedro Sánchez.

No quisiera quitarle méritos tampoco. En demagogia, lo suyo fue meritorio. Su ascenso habla de una situación excepcional, en la que muchos, y muchos jóvenes, en lugar de reformar el sistema político existente, apostaron por destruirlo. Su habilidad fue aprovechar aquella endiablada poscrisis y aprovechar la cobertura que, en parte por razones inconfesables, le dieron muchos medios. Poco o nada de innovador ha tenido Iglesias: copió de aquí y de allá. Ni lo de arremeter contra "la casta" es suyo. Fue un plagiador manifiesto, y como tal, ciertamente, logró su objetivo. Engañó a unos cuantos millones de neófitos de la política, y a algunos viejos izquierdistas que creyeron rejuvenecer al son de su mitología. Pero el mismo motor que impulsó su ascenso –el rechazo a los políticos, piedra angular de los indignados– ha propulsado su caída. Su derrota en Madrid frente a los errejonitas es indicio de que la mayor aversión a Iglesias se da entre sus ex votantes.

Su partido, que se sabe malherido después del 4-M, intenta apuntalar el mito heroico en la despedida. Un héroe que se retira a las primeras de cambio, que no resiste el vértigo y la presión de la política. Hasta en su adiós copió Iglesias. Lo hizo en las mismas circunstancias que Albert Rivera, en la propia noche electoral, sin esperar ni unas horas. Puso Echenique en Twitter que la dimensión histórica de Iglesias no cabe en un tuit. Lo que no cabe en ninguna parte es su dimensión histriónica. En cuanto a cómo va a tratar a Iglesias la Historia, yo lo tengo claro: lo absorberá, simplemente.

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