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Agapito Maestre

¡Fuera de España!

No saquemos pulso, después de Colón. Allí estábamos miles de personas buscando nuestra salvación individual a través de la salvación nacional, de la Nación, pero me temo que eso ya es imposible.

Fui a Colón con la convicción de que aquí cabemos todos. Salí de Colón pensando que esto ya no tiene solución. O echamos a este gobierno de la Moncloa o acaban con nosotros. No puedo quitarme la sensación de un dulce amargo, de una alegría triste, después de más de tres horas viendo pasar gente y escuchando conversaciones. Resguardado entre las estatuas de la escalinata de la Biblioteca Nacional y la bella muchacha de Plensa, otro español universal, veo pasar a mis conciudadanos. Feliz convivencia de la bandera de España con la estatua de un artista español, nacido en Barcelona. Y en la Moncloa uno de Madrid, un tipo raro, que mata lo que le da vida, rompe el Estado de Derecho. ¿Será nuestro destino seguir soportando a una bestia parda puesta ahí por los señores de la pasta y de la guerra? Miro a mis conciudadanos y no puedo dejar de admirarme. Sí, todavía un gobierno de dictadorzuelos, sin legitimidad alguna, una oposición de necios, o peor, de vanidosos, y una "inteligencia" al servicio de los señores del poder no han conseguido pastorear la morralla española. Ésta aún palpita. No ha palmado. Se mueve y ha respondido a la llamada de un nihilista. Sí, amigos, no saquemos pulso, después de Colón. Allí estábamos miles de personas buscando nuestra salvación individual a través de la salvación nacional, de la Nación, pero me temo que eso ya es imposible. La Nación está casi muerta. Si hubiera Nación, de verdad, el muchachote que ha hecho el primer discurso no habría perdido el tiempo pidiendo perdón por estar en la concentración. Quien hable en este tipo de actos debe tener inteligencia, corazón y cojones para hablar con voz propia y no impostada. Sobró todo ese rollo de citas descontextualizadas y faltó alguien que dijera lo evidente: la próxima a Moncloa para sacar el felón del poder. Fuera de España a quienes la traiciona.

Sí, amigos, estoy harto de escuchar paparruchadas a navaja trapiella. Y también del ¡Basta ya! ¿Qué es eso de "hasta aquí" hemos llegado, como si fueran niños malos los que están en el poder? Nada. Dejen el Basta ya y digan: ¡Fuera ya y rápido!

Los tópicos anacrónicos no son, o mejor, no deberían utilizarse en este tipo de actos, a mitad de camino entre un entierro multitudinario y una celebración de un Estado casi hundido. ¿Por qué no empezamos a hablar claro?, ¿por qué no decimos lo evidente? La nación española en manos de esta gente es hoy una gran mentira. La democracia es solo una democradura. No hay democracia ni libertad. Solo existen acciones dictatoriales con formas alevosamente democráticas. La cosa de Colón era necesaria, pero es solo el prólogo de un largo camino que terminará, seguramente, mal. La España trágica se anuncia por todas partes. Los muchachotes de los partidos harían bien en tomar nota de lo que les espera. Hoy la chusma, entre la que me cuento, ha aplaudido a los políticos que han asistido, pero mañana puede que les abronque más que a la bestia de La Moncloa. La cosa de Colón es solo un ensayito de lo que viene.

Sí, rota la nación española y el Estado en descomposición final, el nihilista Savater nos ha convocado a Colón para que expresemos nuestra indignación contra nuestros verdugos. Magnífica fue la iniciativa a falta del silencio cómplice de todas las elites políticas e "intelectuales" de una España sin pulso. Muertos los mamporreros sindicales y la "sociedad civil" al servicio de la izquierdona totalitaria, o sea de El País y todas las instituciones del Estado, la llamada de un nihilista contra la basura separatista, comunista y sociata siempre será bienvenida. No dejaré de aplaudir la iniciativa e incluso de cantarla. No dejaré de decir también yo he salido a la calle y volveré a salir por lo poco que queda de España. Siempre diré con alegría que estuve en Colón, acompañado de dos poetas y un filósofo. Pero, por favor, reconózcanme que mi amor a España es verdadero, después de soportar el silencio de los políticos en ese acto multitudinario, junto las patochadas y lugares comunes de los que hablaron desde la tribuna. A pesar de todos esos inconvenientes, siempre saldré a la calle a defender España, o sea mi libertad y la de todo aquellos que han venido a manifestarse en Colón. Nunca olvidaré a los que vinieron de fuera de Madrid, a Federico, abogado de Bilbao, ni a Irene, sanitaria y humanista de Almería, y a todos los millones de españoles que les hubiera gustado estar en Colón, pero que no lo pudieron hacer. Este acto será inolvidable. Porque los que allí estuvimos, nadie se engañe, formamos parte de la morralla, del pueblo que siempre llega tarde a todo y es pastoreado por los que están en las tribunas, en las instituciones y hasta en las cloacas del poder, pero gracias a la llamada de un nihilista pudimos sentirnos por unas horas ciudadanos libres e iguales ante la ley de una gran nación, España.

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