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Javier Somalo

Prohíban a Garzón

Tener a un ministro de Consumo escondido en nuestra despensa velando por nuestras glucemias y lípidos es el día a día del comunismo.

Tener a un ministro de Consumo escondido en nuestra despensa velando por nuestras glucemias y lípidos es el día a día del comunismo.
Alberto Garzón, en un acto público. | Cordon Press

Hace pocos meses el ministro Alberto Garzón publicó un tierno comentario en Twitter que en realidad era su particular y experimentada denuncia sobre el cambio climático. Las "altísimas temperaturas", decía, son capaces hasta de desorientar a los pájaros. El ministro y su mujer —o camarada compañera pese al bodorrio con toro mecánico— lo sufrieron en su propio patio. Aportaron hasta foto de la víctima plumada. Decía así:

Con las altísimas temperaturas que estamos viviendo muchos pájaros se caen o desorientan. Eso habrá ocurrido con el ejemplar que hemos encontrado hace unas horas en nuestro patio. Lo hemos resguardado y llevado a @GREFA_Fauna, quienes lo han aceptado muy amablemente. ¡Gracias!

Que los pájaros se caen, dice… No tardaron en contestarle, sin demasiada amabilidad, para ir al grano de la cuestión y que no se fomentara el secuestro masivo e injustificado de pollos.

Es una codorniz, nacen y viven en el suelo, zoquete. Otro que vas a ayudar y acabas jodiendo. Ni los pájaros están a salvo contigo.

Pues este señor tan resolutivo como ignorante, el ministro, ha decidido que tiene que vivir con todos nosotros, metido en nuestras casas, como en el nido de la pobre codorniz que no se había caído. Abriremos la nevera y ahí estará él, pensando en nuestra cena o en si nos toca cenar. Lo último es esta "limitación" anunciada así:

Nuestros niños y niñas son personas muy vulnerables frente a la publicidad y es nuestra obligación protegerles. Hoy anunciamos que, desde el Ministerio de @consumogob, limitaremos los anuncios de alimentos y bebidas perjudiciales para su salud.

Anuncia que limitará los anuncios… Se refiere a que, en horario infantil, no se verán anuncios de chocolates, bollería, zumos o helados. Afecta a televisiones, radios y prensa de papel o digital pero también a redes sociales y salas de cine, donde habrá que suponer que se prohíbe la publicidad pero no la venta, porque una de Marvel masticando puerros… El caso es que cuando un político quiere "proteger" a los niños siempre hay que desconfiar.

El ministro comunista y anticonsumista, salvo para sí mismo, sigue argumentando su prohibición:

En España, el exceso de sobrepeso [sic] es del 23,3% y la obesidad del 17,3%. La suma supera el 40% para los niños de entre seis y nueve años. Son cifras alarmantes y preocupantes.

Según Manuela Carmena, sólo en Madrid había unos 25.000 niños hambrientos pero ya se sabe que, igualmente, en Venezuela se hacen tres comidas diarias y las colas demuestran que hay consumo y, sobre todo, mucha socialización. El comunismo también es eso: generar datos para luego argumentar lo que sea necesario y prohibir en consecuencia.

Tener a un ministro de Consumo escondido en nuestra despensa velando por nuestras glucemias y lípidos, amén de por la salud de los acuíferos que corren bajo los establos de las vacas o los síncopes de las gallináceas, es el día a día del comunismo. Bueno, eso y que después te pueden quitar de en medio si fuera necesario —y para ellos lo ha sido muchas veces— para alcanzar un bien superior.

Y como todo buen comunista, Garzón es un gran amante de los gravísimos pecados del capitalismo. Ya lo demostró en esa boda de catálogo burgués que él interpretó como lo habitual de "cualquier ciudadano" español. Lo mismo sucedió con el mes —sí, un mes entero— de luna de miel en Nueva Zelanda… Seamos sinceros, ¿quién no lo ha hecho? Eso, y pasar de piso en Vallecas a finca en Galapagar, son cosas que suceden a diario en la clase media española. ¿Y quién no se ha preparado un arrocito vistiendo una camiseta de la RDA, la Alemania comunista, la de la Stasi? Bueno, eso no es tan habitual… pero la Thermomix de más de mil euros que aparecía —¡menudo descuido!— al fondo del plano de la fotito arrocera, eso sí, eso ya es más del pueblo llano.

Hemos tenido pésimos gobiernos y consejos de ministros de auténtica vergüenza pero lo de Sánchez supera cualquier posible ficción. Nunca ha habido tantos y tan ineptos gestores. Por cierto, ¿y la tartita de cumple de Irene? Era de esas de los años setenta: bien cargada de nata o merengue y yema tostada con toneladas de azúcar asesina. Pero qué contenta se puso con la sorpresa de su pandilla grabada en vídeo en sede ministerial y retransmitida por redes sociales. ¿Por qué tenemos que sufrir la inexperta soberbia, la hipocresía, la cara dura y el profundo analfabetismo de esta gente? ¿Qué terribles penas estamos expiando?

El problema no es que acabemos pixelando un bocata de calamares o nos veamos abocados a encontrar chocotraficantes en mercados negros. El asunto, y es serio, es que nos gobiernan con la ideología intacta del comunismo y ni la prensa, ni la gran empresa, ni buena parte de la oposición parecen comprender lo que ello significa. O se lo toman a broma o, realmente, es que les gusta.

Vienen a la revolución que no tuvieron porque no hizo falta y no saben gestionar porque sólo han llegado hasta aquí para quedarse. Por eso suelen limitarse a prohibir o a crear problemas para los que ya tienen pensada una solución que, por descontado, supondrá control del individuo y merma de libertad. Y todo será por el bien común, que acaba en el peor de los males.

Pues por el bien común que alguien prohíba las apariciones de Garzón en horario infantil, juvenil y adulto. A cualquier hora. Que no podamos verlo en los medios de comunicación. Es un mal ejemplo, un peligro para la salud pública y, sobre todo, privada. Nadie está preparado para aguantar algo así: un tipo burgués comunistizado, peor todavía que un comunista aburguesado —que es lo habitual— prohibiendo la vida normal, la capacidad de decisión de los individuos y hundiendo la industria en el peor momento posible.

Lo cierto y dramático es que con el comunismo se controla de forma radical el sobrepeso. Lo estrenó Lenin en los años veinte, hace ya un siglo. Empezamos por el dulce, seguimos con la carne y acabamos cerrando granjas, confiscando cultivos y provocando hambruna.

—Que ningún cubano podrá decir… que se acuesta sin cenar.

—¡Yo no cené, mi comandante!

—Pues no te acuestes…

El comunismo sabe mantener sus tradiciones. Así en Ucrania como en Venezuela, Cuba, Corea del Norte... Nada nuevo bajo el sol.

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