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Amando de Miguel

El porqué del incremento de la drogadicción

El punto clave se encuentra en la enorme y creciente demanda de todo tipo de drogas, alucinógenas o tranquilizantes, que se da en las sociedades urbanas actuales.

El problema social de la drogadicción (afición desmedida a las drogas alucinógenas, o simplemente, drogas) se enfoca mal. No debería centrarse, como lo hace, en la violencia sistemática de las mafias que trafican con esas sustancias. Eso no es más que una consecuencia. El punto clave se encuentra en la enorme y creciente demanda de todo tipo de drogas, alucinógenas o tranquilizantes, que se da en las sociedades urbanas actuales. Así se explica su precio disparatado y la evolución hacia las "drogas de diseño". No es fundamental que sean legales o ilegales.

La demanda masiva de drogas tiene su base en un alarmante estado de insatisfacción vital de muchas personas, aunque sea más propio de la cohorte juvenil. Debe anotarse que el lapso de la juventud dura más años que en tiempos pasados. La ampliación se determina, entre nosotros, por lo tardía que es la edad de empezar a trabajar.

La insatisfacción vital se debe a varios factores: (1) La intensa presión social para alcanzar el éxito inmediato (dinero, posición social, felicidad conyugal, etc.), que, luego, muchas personas no logran cumplir las expectativas. (2) La continua necesidad de afecto, que, realmente, se distribuye muy mal. (3) El deterioro de la cultura del esfuerzo en la enseñanza y en el trabajo. Son tres elementos novedosos, que van a más en las sociedades actuales.

Ante las frustraciones dichas, es lógica la pretensión de aficionarse a todo tipo de excitantes: tabaco, café, alcohol, drogas. De esa forma, se facilitan los intercambios sociales y se diluyen las preocupaciones o, al menos, esa es la creencia. Tal conducta resulta adictiva, lo que significa que las dosis consumidas, inicialmente, pierden efectividad.

El hábito anterior es consecuencia de una mentalidad prevalente en la sociedad urbana, sobre todo, en las cohortes juveniles. A saber, la que se centra en la satisfacción inmediata de los deseos y las apetencias hedonistas. Es un objetivo irreal, descorazonador. Lo cual lleva a buscar el placer gregario, el que muestra la avidez por las apuestas y juegos de azar, el fanatismo de los espectáculos deportivos y los juegos electrónicos. En definitiva, se incrementa la insatisfacción, porque muchas veces toca perder.

La insatisfacción masiva puede llegar a ciertas formas de desequilibrio mental (angustia, depresión, etc.), lo que refuerza la conducta adictiva a los varios estímulos placenteros.

Por debajo de la cadena de motivos individuales, actúa una fuerte ideología propia de nuestro tiempo. Es tan intensa la acogida del principio de la libertad de expresión, que se convierte en una amplia tolerancia de todo tipo de comportamientos, por extravagantes que puedan parecer. Eso nos lleva a considerar la afición a las drogas como un acto legítimo, casi, como un derecho. En todo caso, se acepta la penalización del tráfico (despectivo para "comercio") de drogas, no de su consumo. De modo práctico, se legitima al acompañarlo a la ingesta de alcohol en grupo. Aunque se estigmatice, socialmente, el hábito de las drogas, es algo que no se toma muy en serio. En nuestra sociedad, hay multitud de prohibiciones que se vulneran de forma constante. Una más no llama la atención, especialmente cuando conduce al placer, al bienestar personal, el supremo legitimador.

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