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José T. Raga

Benditas oposiciones

Eliminadas las oposiciones, en España no hay proceso de selección que garantice que salga el mejor.

Eliminadas las oposiciones, en España no hay proceso de selección que garantice que salga el mejor.
Plataforma Defensa Derechos Turno Libre

Ya puede imaginar el lector de qué va el tema de hoy. El clamor al unísono de la izquierda –de toda la izquierda– para acabar con las oposiciones para selección del funcionariado debe de tener alguna razón. Pero cuál. Porque la que nos contaron, el coste de la preparación, no hay quien se la crea.

Ésta no pasaba de ser un instrumento para enternecer corazones y entonar cánticos plañideros, porque, una vez más, sólo los ricos podían acceder como funcionarios a los puestos de las Administraciones, mientras que los de menos recursos tenían que malvivir en empleos marginales, interinos, sin posibilidad de trazarse un proyecto vital.

En mi opinión, la situación es justamente la contraria. Gracias a las oposiciones, muchos opositores que por origen, siquiera remoto, no están incluidos en círculo alguno académico, político, empresarial o, simplemente, de notoriedad pública consiguen cambiar de condición, accediendo, con esfuerzo –eso sí–, a una plaza de los Cuerpos de la Administración.

Bastaría con que estos agoreros, explotadores de la pobreza, analizasen de qué niveles sociales provienen los que hoy ocupan esos puestos. El resultado del análisis despejaría cualquier duda, si fuera de buena fe.

Con los años que llevo dedicado a la enseñanza universitaria en centros que albergaban en sus aulas a miles y miles de alumnos, puedo afirmar que muchos de ellos, tras unas oposiciones, cambiaron sus vidas como no habrían podido hacerlo por otro procedimiento.

¿Qué oposiciones, se preguntarán? Las más difíciles, sin duda alguna. Ese refrán popular de que al que tiene padrino se le bautiza, tratando con ello de asegurar la necesidad de recomendación, les aseguro que, aun con recomendación, si existiese, en esas oposiciones difíciles, es el opositor el que se suspenderá a sí mismo; el tribunal nada podrá hacer para que el error o el enmudecimiento del opositor en un ejercicio público convierta el suspenso en aprobado.

El opositor de escasos recursos económicos no podrá competir en patrimonio con el de familia acaudalada, pero puede superarle, y por mucho trecho, en conocimiento y en esfuerzo a la hora de prepararse unas oposiciones.

Puedo estar de acuerdo en que muchos políticos relevantes, no por esa relevancia estarán en condiciones de salir con éxito de una oposición, pero de ahí a afirmar que los pobres están en peores condiciones como argumento para eliminarlas es una versión falsa y envenenada.

Eliminadas las oposiciones, en España no hay proceso de selección que garantice que salga el mejor, y que éste, además, conozca bien la materia exigida para desarrollar con eficacia la función a la que está llamado en la Administración.

¿No será que lo pretendido con dicha eliminación es tener funcionarios al servicio de los Gobiernos, de sus caprichos y de sus irregularidades, y no al servicio de la función pública? El nombrado por benevolencia, amistad, afinidad política, se sentirá siempre dependiente de quien le nombró; la oposición genera independencia, y eso se lleva mal por algunos Gobiernos.

En España

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