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Pablo Planas

Los yates y los muertos de Putin

La "batalla cultural" está ganada. En la batalla real, tropas rusas matan, violan y saquean. No hacer nada tendrá consecuencias.

La "batalla cultural" está ganada. En la batalla real, tropas rusas matan, violan y saquean. No hacer nada tendrá consecuencias.
El ejército ruso ejecuta a civiles ucranianos en Bucha, al norte de Kiev. | Cordon Press

Hace sólo siete días la retaguardia de Occidente quedaba estupefacta por la bofetada de Will Smith a Chris Rock en la gala de los Oscar. El bueno de Will había perpetrado un acto machista, una reacción propia del heteropatriarcado que nos asuela. Los guardianes de la moral se lanzaron contra el actor de forma despiadada. Le acusaron de encarnar el prototipo de una masculinidad insegura y débil. ¿Qué pensarán de la bofetada de Putin estos mismos estetas después de lo visto y documentado en las afueras de Kiev? ¿Aún queda alguien por ahí que compre eso de que los ucranianos son nazis?

Cuando la Guerra parecía no importarle ya a casi nadie, el terror desatado por las tropas rusas contra la población civil en Bucha, una localidad aledaña a la capital de Ucrania, significa que la respuesta económica frente a las bombas rusas no ha funcionado. Era de temer que el bloqueo de unos cuantos yates rusos en puertos del Mediterráneo no fuera una medida de gran alcance disuasorio. Mientras Alemania no se resigne a pasar mucho frío durante una larga temporada, Ucrania estará sola frente a Rusia. Lo demás es hacerse trampas al "Stratego".

En la quinta semana de invasión rusa afloran las pruebas de unos crímenes contra la población ucraniana cuya dureza y alcance disipa cualquier posibilidad de una especie de conflicto de baja intensidad o guerra de movimientos mientras las delegaciones diplomáticas negocian el futuro de la zona y de las personas en Turquía. A los civiles muertos bajo las bombas se suman ahora los civiles muertos en circunstancias más terribles, de un tiro en la cabeza después de toda clase de torturas y violaciones, por ejemplo.

La Unión Europea estudia nuevas sanciones económicas. Al menos no hay que aguantar soflamas henchidas de ardor guerrero como en los primeros días de la invasión, cuando parecía que Macron, nuestro "Antonio" y hasta Olaf Scholz estaban dispuestos a alistarse en el batallón Azov. La guerra económica tiene efectos, seguro. Peor sería que Putin arrasara Ucrania con el patrocinio de las grandes multinacionales que se han retirado de Rusia y que sus tanques lucieran el logo de Louis Vuitton. Pero las sanciones no parecen gran cosa frente a los dos comodines que aún le quedan a Putin consumado el de los crímenes contra la humanidad: las armas químicas y luego las nucleares.

En Bruselas y en el resto de las capitales europeas cruzan los dedos para que el horror y las cifras no vayan a más, pero es imposible que tras más de un mes de guerra no hayan sido asesinados de muy diversas formas no cientos sino miles y seguramente decenas de miles de civiles en Ucrania. Sin embargo, hay un factor que no se suele tener en cuenta y es determinante. Se trata de la capacidad humana de convivir con el drama que hay detrás de la otra puerta del rellano sin asumir el más mínimo riesgo. La invasión rusa de Ucrania recuerda a las matanzas de los Balcanes en los noventa por eso. Ucrania le está ganando la guerra a Rusia, pero Putin le está ganando la guerra a Europa. Ucrania resiste y la Unión Europea, la OTAN y los Estados Unidos no han sido capaces de llamar al orden a Putin mientras China calla y otorga.

La "batalla cultural" está ganada. En la batalla real, tropas rusas matan, violan y saquean. No hacer nada tendrá consecuencias. No sólo en la inflación.

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