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Cristina Losada

Feijóo, Casado y las mochilas

Es significativo que ocho de los once pactos que le acaba de plantear Sánchez al PP nada tienen que ver con los problemas económicos.

Es significativo que ocho de los once pactos que le acaba de plantear Sánchez al PP nada tienen que ver con los problemas económicos.
EFE

Hace algunos años, los más altos puestos de la política española parecían reservados para los jóvenes (y guapos). En el elenco de los nuevos partidos florecía, con sus variados matices, la primavera. El debate electoral de junio de 2016 fue el último en el que hubo un señor mayor, o no tan mayor, pero que iba de mayor. Rodeado de Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, Rajoy era el abuelo no rockero del grupo. La foto no se iba a repetir. Tres años después, los cinco candidatos eran del relevo generacional. Los viejos partidos se adaptaron a los requerimientos de la renovación. La renovación política pasaba por la renovación de imagen.

En la elección de Pablo Casado como líder del PP en aquel 2018 de la moción de censura primaron las claves internas, como suele ocurrir, pero el Congreso que le confirió la presidencia también optó por el candidato que daba el perfil que pedía el momento. El competidor del PP era Ciudadanos y convenía tener un líder capaz de rivalizar con el joven y atractivo Rivera. Igualmente joven, bien parecido y buen orador, Casado reunía las condiciones. Compartía además con Rivera y el plantel emergente otra cualidad que se demandaba entonces: no estar contaminado por el contacto con los sillones y las poltronas del poder. Cierto, era del PP. No podía ser perfecto.

Ya se habrá olvidado, casi no se dice, pero una de las expresiones que surgió de aquel estado de ánimo contrario a los viejos partidos era la que aludía a las mochilas de corruptelas y apaños. Los nuevos no llevaban mochilas, cómo iban a hacerlo, si nada habían hecho aún, más que hablar. Los viejos portaban la carga fatal. Y lo que pedía el público era gente libre de cargas y cargos. Tener experiencia de Gobierno, lejos de ser un punto a favor, era un lastre engorroso. Los viejos partidos hicieron la renovación cosmética poniendo a la cabeza a líderes que respondían, en lo posible, a aquella peculiar demanda. Pero en dos años, todo iba a cambiar.

Con la epidemia, con la inflación, con la crisis por los precios de la energía se acabaría el recreo. A todas estas citas el Gobierno Sánchez ha llegado mal y tarde. Estaba preparado para la bonanza, no para la adversidad. Aún hoy, sigue en la luna. Es significativo que ocho de los once pactos que le acaba de plantear Sánchez al PP nada tienen que ver con los problemas económicos. Renovar el CGPJ para que refleje la actual mayoría parlamentaria favorable al Gobierno es para Sánchez más importante que mitigar los efectos de los precios de la energía y de la inflación.

Difícilmente se podía estrenar Feijóo con una constelación más favorable para lo que quiere ofrecer, que es lo contrario de lo que se pedía sólo unos años atrás. Viene con una mochila llena de veteranía en asuntos de Gobierno y presume de ello. No es seguro, nunca se sabe, pero puede que el público se haya hartado de jóvenes sin cargas ni cargos, sólo provistos de audacia y ambición, y que apueste por un madurito con experiencia.

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