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Pablo Planas

El "profesor" Iglesias

Cualquiera diría que es un tipo tóxico. Ahora mismo habla mal de todo el mundo, salvo de Roures, su mecenas. Todo se andará.

Cualquiera diría que es un tipo tóxico. Ahora mismo habla mal de todo el mundo, salvo de Roures, su mecenas. Todo se andará.

A Pablo Iglesias todo le sale mal desde que renunció a la vicepresidencia en el Gobierno de Sánchez para presentarse a las últimas elecciones autonómicas de la Comunidad de Madrid, trinchera electoral a la que se arrojaba para combatir al franquismo, según esa retórica tan inflamada como falsa que caracteriza al arrogante personaje. Sus actitudes machistas con Isabel Díaz Ayuso fueron la seña de identidad de su campaña. Despreciaba a Ayuso sin disimulo, ponía en duda su capacidad intelectual y sugería sin ambages que era un títere de los "poderes ocultos", la típica niña pija y tonta que había hecho carrera por llevar la cuenta en Twitter de Pecas, el perro de Esperanza Aguirre.

El líder emérito de Podemos se comportó como un auténtico macarra político. Parecía el marido de Penélope Cruz en el cartel de Huevos de oro, la película de Bigas Luna. La testosterona comunista era el fundamento de la campaña de Iglesias, el machirulo del comité central, canallita, malote y rompecorazones, una especie de Pijoaparte, el personaje de Marsé, pero en versión vallecana. Pocos contrastes hay más agudos en la política española que entre el discurso de las mujeres de Podemos y las maneras y procedimientos de Pablo Iglesias, de acreditada vocación de macho alfa de la manada.

El triunfo de Isabel Díaz Ayuso acabó con la carrera política de Iglesias, que desde entonces no levanta cabeza y despotrica contra todos los que alguna vez se creyeron sus amigos. Yolanda Díaz, a la que ungió como sucesora, es ahora su archienemiga, una ceporra contra la que se despachó a gusto sin citarla en su último mitin. A Ferreras, el de la secta, le llama "golpista" y le mete viajes y zascas en el Twitter a Ana Pastor. Despotrica en la radio del conde de Godó contra el periodista que dio la exclusiva mundial de que el amado Pablo se cortaba la coleta en La Vanguardia del conde y de Juliana, a quien pone a caldo pese a haber firmado un libro conjunto titulado Nudo España. También acabó a leches con Errejón y con los amigos del principio. Cualquiera diría que es un tipo tóxico. Ahora mismo habla mal de todo el mundo, salvo de Roures, su mecenas. Todo se andará. Cuando el multimillonario trotskista le deje en la estacada "descubriremos" por boca de Iglesias al verdadero Roures.

En su última aparición pública, el mitin en el que le puso la cruz a Yolanda Díaz, se dio un beso con la ministra de Igualdad, Irene Montero, que a la sazón sería su pareja sentimental. Se ignora, por el momento, la razón exacta de tan significativo gesto en público. Tal vez pretendían acallar rumores. O quien sabe si en ausencia de Ione Belarra, de baja por maternidad, estaba proclamado a su costilla futura candidata. La última hora del culebrón es que a nuestro héroe no le han concedido la plaza de profesor de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense tras habérsele negado una plaza similar en la titulación de Periodismo. Y eso que ya había ocupado antes puesto de lo mismo. O precisamente por eso.

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