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Daniel Rodríguez Herrera

Donde tienes la olla

Un partido que ha replicado la endogamia de las universidades donde nació merece ser criticado por ello.

Un partido que ha replicado la endogamia de las universidades donde nació merece ser criticado por ello.
La ministra de Igualdad, Irene Montero. | EFE

Nos prometió hace años Irene Montero que venía llorada de casa. Pero se ve que su dedicación a la causa de la liberación de los violadores por Acción de Gracias le ha afectado tanto que ayer salió llorando del Congreso acusando de "violencia política" a los "fascistas". ¿La excusa? Que la diputada de Vox Carla Toscano le recordó que su único mérito para ser ministra era "haber estudiado con profundidad a Pablo Iglesias". Toda la izquierda en tromba ha aprovechado la ocasión para salir en defensa de la ministra de Igualdad, que efectivamente llegó a su cargo –a ese cargo, precisamente– siendo pareja del macho alfa, después de que la anterior pareja del macho alfa fuera defenestrada a un escaño situado en lo alto, detrás de una columna, después de la ruptura sentimental con el macho alfa. La misma izquierda que ha llamado loca y asesina a Ayuso. La misma izquierda que la semana pasada decía que los diputados del PP y Vox "no sabían follar". La misma izquierda que cuando acosaron a Pagaza y Savater en Rentería los acusó, a ellos, de ir a provocar. La misma izquierda que cuando apedrearon a una diputada de Vox, que eso sí es violencia política, dijo que su sangre era kétchup. Y así podríamos seguir hasta llenar docenas de columnas.

Si aceptas el cargo en esa posición, gracias a la merced del mismo que había acusado a Ana Botella de ser alcaldesa por ser "esposa de", no puedes luego protestar porque te acusen de lo mismo a ti. Porque lo lógico y lo normal es que te lo recuerden desde el día que aceptas la cartera hasta el día en que a tu pesar la pierdas. Como le pasó a Ana Botella y te pasa y te seguirá pasando a ti. Porque sabes de sobra que, aunque no se diga en alto, es lo que piensa todo el mundo, en la izquierda y en la derecha. Sé que el victimismo es ahora un símbolo de estatus en la izquierda y que los ataques personales que reciben aplausos cuando los destinarios son de derechas pasan a ser descalificados por políticos y medios cuando quien los recibe es quien les rebaja las penas a los violadores, es decir, uno de los suyos.

Criticar a Irene Montero por haber recibido su cargo de manos del macho alfa con el que tiene tres hijos no es un ataque personal. Es un ataque político a una formación que ha hecho de la lealtad personal la única vía no ya de ascenso, sino de permanencia. Al menos el bipartidismo buscaba jubilaciones de oro a quienes habían caído en desgracia con el jefe. Pero sólo unidas pudieron quienes cantaron las alabanzas del macho alfa. Los demás fundadores, y cientos de personas por debajo, tuvieron que salir del partido o fundar uno propio para sobrevivir. Un partido que ha replicado la endogamia de las universidades donde nació merece ser criticado por ello.

Dicho esto, Irene Montero no debe dimitir por estar donde está debido a sus relaciones íntimas con el macho alfa. Eso sería razón para no haber aceptado el cargo, o para haber aceptado la crítica constante que iba a conllevar, algo que se ha demostrado incapaz de hacer. No, Irene Montero deber dimitir por haber impulsado una ley que ha rebajado penas a violadores cuando nos aseguró que servía para "proteger a las mujeres". Irene Montero debería dimitir por haber defendido la pederastia en sede parlamentaria y semanas más tarde de nuevo en Argentina, como para desmentir a los numerosos defensores que habían argumentado que no había querido decir lo que había dicho.

Muchos argumentan que las palabras de Carla Toscano, por muy injusto que sea que la verdad tenga ese efecto, son un error porque han permitido a Irene Montero pasar de ser vista como víctima, gracias a lo cual podrá mantenerse en el cargo. Y tienen razón. Pero ¿es realmente un error? Fuera del Gobierno, sería sustituida por otra feminista sectaria de Podemos que, sin el bagaje de Montero, impulsaría las mismas leyes sectarias y extremistas y seguiría haciendo del odio a los hombres política de estado. En cambio, si permanece en él, esas mismas políticas tendrán la marca de Caín de quien ha hecho de la defensa de violadores y pederastas su marca personal. ¿Acaso no es más probable que la pequeña revuelta socialista contra la ley trans triunfe si sigue siendo la tocada Montero su abanderada? ¿Acaso no será mejor para las expectativas electorales de la derecha que siga Montero en el Gobierno? ¿Acaso no será más sencillo derogar todas las leyes que han salido de Igualdad mientras su rostro sea el de la política que más daño ha hecho a la convivencia entre hombres y mujeres desde Juan Fernando López Aguilar? Dudo que esa fuera la intención de Toscano, es verdad, pero a veces decir en sede parlamentaria lo que tus votantes quieren que se diga puede tener consecuencias positivas imprevistas.

Con todo, la lección que está dando la izquierda de cierre de filas es algo que debería aprender la derecha y, especialmente, líderes concretos como Rocío Monasterio o Alberto Núñez Feijóo. Las acusaciones de "violencia política" de los inventores del escrache contra Toscano y Vox recuerdan a las quejas de los dueños de la herriko taberna de Lazcano, cuando un vecino cuya casa había sido destrozada por una bomba de ETA la visitó con un martillo y la destrozó por completo. En su momento la reacción provocó cierta comprensión y hasta apoyo. Pero ahora que Bildu es de la famiglia, la izquierda defendería en tromba a los proetarras. En cambio, aún estoy esperando el cierre de filas en torno a Ayuso después de que una manifestación "apolítica" y "por la sanidad pública" la llamara asesina. Muchas cosas cambiarían en España si la derecha política se tomara en serio lo de defender a los suyos.

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