Cuando un Gobierno autoritario como el que preside Pedro Sánchez aprieta el acelerador de su plan para desmontar la democracia y cercenar las libertades, necesita siempre de colaboradores en las distintas instituciones: un juez adicto aquí, unos diputados sin escrúpulos allá, por supuesto ministros tan desvergonzados como Félix Bolaños…
Obviamente, algunos de estos colaboradores son más importantes que otros, por ejemplo: si bien el diputado Felipe Sicilia se ha revolcado especialmente por el fango este jueves con un discurso absolutamente infame, insultante y mentiroso como pocos, su degradación e ignominia no es mucho mayor que la de sus 119 compañeros de bancada: ellos sabrán cómo son capaces de mirarse en el espejo cada día, pero su culpa queda bastante repartida entre tantos diputados traidores.
En cambio, los cinco magistrados izquierdistas –ya está bien del eufemismo ‘progresistas’– del Tribunal Constitucional cargan ya con una cuota mucho mayor de infamia: si tuviesen algo de conciencia llevarían el resto de su vida sobre ella el gran peso de su denigrante comportamiento, dilatando una decisión que deberían haber tenido muy clara y permitiendo así que el Gobierno pueda seguir adelante con su plan antidemocrático y antijurídico.
Pero al fin y al cabo, Juan Antonio Xiol, Cándido Conde-Pumpido, María Luisa Balaguer, Inmaculada Montalbán y Ramón Sáez, queden sus nombres para la historia universal de la infamia jurídica, también compartirán entre ellos esta vergüenza que debería perseguirles el resto de sus días allá donde vayan. Sin embargo, Batet, la excelentísima Meritxell Batet, no encontrará hombro que le ayude a sobrellevar el peso de su indecencia: ella, la tercera autoridad del Estado, ha sido la que ha permitido que el Gobierno y el Congreso se salten las leyes y los principios de la democracia a la torera.
Y lo hace a sabiendas: Batet no sólo sabe que los cambalaches con el Código Penal a los que hoy ha dado carta de naturaleza el Parlamento son una aberración democrática, sino que tampoco ignora que la forma en la que está permitiendo tomar tal acuerdo es un fraude de ley como la copa de un pino. Pero aun así lo permite y facilita, porque no es más que una esbirra de Pedro Sánchez, capaz de cualquier ruindad para satisfacer los deseos de su amo.
Uno de los grandes problemas de la democracia española ha sido y cada día es más la falta absoluta de dignidad de muchos altos cargos que no entienden que, por mucho que les haya puesto tal presidente o cual partido no se deben a ellos, sino a España, las instituciones y la democracia. Batet, inmerecidamente ascendida para una presidencia del Congreso para la que no tiene categoría ni moral ni profesional, es el ejemplo perfecto de ello: da igual lo indigno o ilegal que sea lo que le ordene Sánchez, ella lo cumplirá.
No obstante, le convendría recordar que incluso en España e incluso bajo Gobiernos tan indecentes como este al que ella obedece perrunamente, las leyes pueden llegar a alcanzar a cualquiera. Ahí tiene, sin ir más lejos, el ejemplo de la hoy indultada Forcadell, pieza clave en el golpe en Cataluña como lo es Batet en el golpe en España y que, aunque no ha pagado más que una pequeña parte de su culpa, dio con sus huesos en la cárcel por hacer algo muy parecido a lo que ahora está haciendo la sierva de Sánchez.