
Han pasado varios días y es tiempo de recapacitar sobre lo sucedido en la Universidad Complutense con motivo de la entrega de una distinción, como alumna ilustre, a la presidenta de la Comunidad de Madrid. ¿Escrache? ¿Y eso qué es?
Hay ocasiones en las que tergiversar el lenguaje o utilizar determinadas palabras de significado poco claro, o bien ambiguo, ofrece protección a conductas y actitudes que pueden ser claramente delictivas más que simples gamberradas.
Comenzaré recordando mi condición de antiguo alumno y posterior graduado de la Complutense, así como el respeto, por no decir veneración, que me siguen inspirando quienes fueron mis profesores.
Cómo podría un biólogo olvidar las enseñanzas de los Alvarado, D. Salustio y D. Rafael, del ilustre D. Alfredo Carrato, verdadero sucesor de Cajal, del eminente ornitólogo D. Francisco Bernis, del serio y eminente botánico D. Francisco Bellot, no digamos de D. Florencio Bustinza, amigo y colaborador de Alexander Fleming, por citar solamente algunos nombres de semejante pléyade de maestros ilustrísimos.
De todos me acordé y en el recuerdo de todos me refugié cuando me avergonzaron los recientes sucesos de la entrega de distinciones, acto al que me refería al comienzo. ¿Tanto ha decaído la Universidad Complutense?
Por supuesto que me pareció vergonzante la actitud de los grupos tan violentos como ineducados que increpaban, por no decir que atacaban, a la presidenta de la Comunidad, pero mi estupor se elevó todavía más cuando tuve ocasión de escuchar el increíble e incalificable comentario del señor ministro de Universidades, que calificó lo sucedido de "normal". Vamos a analizarlo con detenimiento.
Sr. Ministro: lo normal es aquello que responde a unas normas. ¿Cuáles son las normas de la Universidad Complutense en las que pueda ampararse la actitud de los agresores que tuvo que aguantar doña Isabel Díaz Ayuso? Sería gravísimo que tales normas existieran, desde luego habría que abolirlas de inmediato. ¿Quiso decir habitual? También sería gravísimo. Verdaderamente, las declaraciones del ministro no tienen por dónde cogerse.
Con la palabra "escrache" se pretende ocultar una serie de actuaciones, generalmente violentas, que por plurales en gestos, imprecaciones y amagos de agresión, podrían merecer diferentes calificaciones, incluyendo, entre ellas, varias de tipo penal. Veamos:
No tratamos en modo alguno de establecer calificaciones legales, para ello carezco de conocimiento y a la vista está lo que puede ocurrir cuando de legislar se encargan los profanos: "Solo sí es sí". Voy a limitarme pues a algunas preguntas dirigidas tanto a quienes podrían actuar de oficio como al locuaz e impreciso ninistro de Universidades.
¿Podrían entenderse de la actitud agresiva, los insultos a la Sra. Presidenta, algunos muy graves y los amagos de agresión a la misma que a duras penas tuvo que frenar la policía, como un presunto delito de odio?
Al tener la Sra. Presidenta la condición femenina, para ciertos hombres, como es mi caso, especialmente respetable, ¿podrían los referidos ataques y amenazas estar trufados de un repugnante olor a machismo?
Avancemos un paso más: algunas cargas y arremetidas contra Isabel Ayuso por grupos extraordinariamente agresivos, ¿podrían ser calificados como atentado a la autoridad, al estar la presidenta indudablemente revestida de tal carácter?
Despojemos pues los hechos del paraguas protector que les proporciona el término "escrache" y encontraremos un fondo de preocupante violencia, aún más grave que la intolerancia y la falta de educación que se adivina en la gesticulación y verbalización de los agresores.
Hay pruebas suficientes, incluidas fotografías de la "corte de los milagros" que atacaba a la Sra. Presidenta. No todos eran jóvenes de apariencia universitaria, por muy repetidores de cursos que fueran. Hablando de tolerancia, después de escuchar el tono y el contenido de las manifestaciones de la "estudiante más brillante", que amagó con romper su distinción recién recibida, ¿serán los vociferantes los menos afortunados por la naturaleza o la capacidad de estudio?
Hagamos una pregunta al presidente del Gobierno, que tantas veces se refiere en las Cortes a la famosa "crispación". ¿Podría definirse así lo ocurrido en la Complutense?
Todos los días me arrojo esperanzado a la lectura de las noticias sobre la posible destitución del ministro de Universidades. Digo destitución porque, como diría un castizo, "aquí no dimite nadie", pero que un ministro califique de "normal" un ataque colectivo a una presidenta de Comunidad que acude a una distinción que debería ser entrañable al ser otorgada por su Universidad, es algo demasiado grave. Mucho más que cualquier "escrache". El ministro de Unversidades debe ser fulminantemente cesado.
Miguel del Pino.
Catedrático de Ciencias Naturales.