
A Pedro Sánchez nunca le ha gustado que le lleven la contraria, pero cada día lo lleva peor y su incomodidad en los debates contra Feijóo ya se está convirtiendo en algo digno de meme. Sale a la tribuna, se contradice en el plazo de unos minutos e incluso pierde lo poco que le quedaba de compostura: antes iba sobrado y ahora sigue siendo chulo como un ocho, pero se limita a ir de sobrado, que no es lo mismo: trata de transmitir suficiencia cuando cada día es más evidente que no llega, que ya no es posible tapar con gestitos, gracietas y su tono faltón el desastre que son su gobierno, y él mismo.
Su cara a cara con el líder de la oposición este martes ha tenido algunos momentos especialmente antológicos, como cuando ha reprochado a Feijóo que hablase de su etapa como presidente en Correos… ¡cinco minutos después de haberle interpelado por ella!.
Tampoco ha estado mal la parte en la que ha empezado a hablar de políticos del PP retirados de la política hace de diez a quince años para transmitir no se sabe muy bien qué sobre Feijóo y la corrupción. La torpeza que ha lucido Sánchez le ha llevado a dar tres nombres: el de Jaume Matas, fuera de la vida pública desde 2007; el de Rodrigo Rato, también en el mundo privado desde 2007 y condenado por el caso Bankia y no por nada relacionado con su etapa como vicepresidente y ministro de economía; y el de Eduardo Zaplana, que se fue del Congreso en 2008 y por el momento no ha sido condenado por nada.
Feijóo ha cometido aquí el que yo creo que ha sido su mayor error en el debate y ha preferido no entrar al trapo en lugar de recordarle a Sánchez y a todos los demás que Griñán está en la calle gracias a su enfermedad –deferencia que los jueces no tuvieron con Zaplana, por cierto, a pesar de que ni entonces ni ahora había sido encontrado culplable–; que el caso Azud tiene cercado a Ximo Puig; y, sobre todo, que la gran contribución de este Gobierno a la lucha contra la corrupción ha sido rebajar las penas para el delito de malversación.
Pero aunque Feijóo no haya querido bajar a ese barro, la sensación de impotencia y falta de argumentos que ha lucido el presidente ha sido tremenda. Lo mejor, no obstante, ha sido cuando le ha reprochado al líder del PP hacer una oposición "desagradable". Hombre, Pedro, no jodamos, si quieres risitas, aplausos y cariñitos que te los den en tu partido o en tu casa, que las Cortes son para otra cosa, aunque tú parezcas no haberte enterado de ello.
Se habla mucho de la tremenda ventaja que es para Sánchez no tener limitaciones de tiempo en sus intervenciones como sí las tiene Feijóo y, sinceramente, creo que eso ya es más un lastre que otra cosa: se empeña en alargar y alargar cada discurso y acaba diciendo auténticas chorradas.
Feijóo, por su parte, ha tenido algún buen momento, algún lapsus un poco lamentable y, en conjunto, unas intervenciones no extraordinarias pero bastante más que aseadas. Con eso le ha bastado para ganar a un Sánchez que sigue pensando que con algunas menciones a la ultraderecha, dos gracietas y un anuncio de algo que ya todos sabíamos le basta. Bien, que siga con esas tácticas y, por favor, que la oposición le siga resultando lo más "desagradable" posible.