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José T. Raga

¿Qué fue de la educación?

Cómo se añora hoy la falta de una educación formal sólida, que se supone dan a los niños y jóvenes sus maestros respectivos.

Cómo se añora hoy la falta de una educación formal sólida, que se supone dan a los niños y jóvenes sus maestros respectivos.
La ministra de Educación, Pilar Alegría | EFE

La pregunta es totalmente inocente, y consecuencia de mi ignorancia personal; no he sido capaz de recordar cuándo, dónde y por qué razón oí por última vez tan noble vocablo: "Educación". ¿Es que su cotización está en baja, o es que ha dejado de existir, desde hace casi medio siglo?

Frecuentemente, cuando se pregunta a alguien acerca de la educación de los suyos, la respuesta se enmarca decididamente en la enseñanza, cuando la educación no se superpone en el sujeto, sino que está inserta en él, sin disociación posible.

Educación es, según la RAE, entre otros significados: "Crianza, enseñanza que se da a los niños y a los jóvenes. Cortesía, urbanidad". Cómo se añora hoy la falta de una educación formal sólida, que se supone dan a los niños y jóvenes sus maestros respectivos, amén de la misión de los padres, como educadores, y la obligada ejemplaridad de quienes gobiernan.

Aunque unos y otros dejaron de serlo cuando, renunciando a su papel primigenio, optaron por convertirse en amigos de alumnos, unos, y de hijos, otros. Los que militen en edades de los setenta y más, sabrán, a buen seguro, de qué estamos hablando.

¿Terminó todo aquello? El joven y, por supuesto, el mayor, pedía las cosas por favor, o mejor, en un primer intento suplicaba, antes de pedir. Hoy, sus descendientes, no suplican ni piden, sino que exigen a los que son superiores en saber, dignidad y gobierno. Cuando se cometía un error, éste se veía seguido de las correspondientes disculpas; hoy, lo falso también es verdad.

Aquella sociedad se configuraba armónica per se; lo propio de una sociedad educada. Hoy, la modernidad, la progresía, la ignorancia, el orgullo y la necedad, han construido una sociedad violenta, en la que el insulto, la difamación, la calumnia, la injuria, la discriminación, el odio, la falsedad… usados para desprestigiar, se han convertido en los reyes/gobernantes de la comunidad.

¡Cómo no vamos a ser el país con mayor porcentaje de paro juvenil si ni siquiera están educados! Y al paro, añadiremos la delincuencia –en cantidad y diversidad delictiva–, al tiempo en que nuestros mayores mueren en las residencias, sin que nadie pregunte por ellos.

Sentí, como en carne propia, más que por ser paisanos, los improperios de la irresponsable incontinencia verbal de una ministra de Sánchez, sobre un empresario ejemplar –Don Juan Roig–; ejemplar en lo que a gestión corresponde, pero ejemplar en su capacidad para compartir los beneficios con los trabajadores de la empresa. ¿Disculpas por las falsedades y la difamación? Ninguna; no sabe, porque no tiene educación.

Y lo que esta ministra lanza sobre Juan Roig, otra, del mismo gobierno, lo hace con acusaciones sobre jueces, fiscales y magistrados; acusaciones que, salvo error, bien se inscribirían en la prevaricación.

¿Se ha derogado el Código Penal? ¿Por qué, pues, no pasa nada? Estos acontecimientos menoscaban el honor y dignidad del pueblo español.

Y, todo comenzó por la falta de educación.

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