
El problema de Pedro Sánchez es que su ministra de Igualdad bien podría ser la titular de Defensa y la de Defensa, reputada jurista, la de Igualdad. Otro problema es que las leyes del Gobierno tendrían que partir del ministerio de Justicia en vez del de Igualdad. Claro que antes de esos dos problemas están los titulares de todos esos ministerios y la propia organización del Ejecutivo, que es un disparate de direcciones generales elevadas a ministerios y ministerios esenciales reducidos a la categoría de secretarías de Estado. Es cierto que se mantienen los ministerios tradicionales, Economía, Interior, Defensa, Exterior, Justicia, Hacienda, Educación, Transportes, Industria, Comercio y Turismo, Agricultura y Sanidad, pero en la mayoría de los casos capados de competencias y dirigidos por auténticos incompetentes.
Todo este desbarajuste procede del pacto entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias plasmado con un abrazo tras las generales de otoño de 2019 que duele a la vista porque mientras Sánchez le levanta la chaqueta a Iglesias como quien le intenta robar la cartera, Iglesias acuna a Sánchez como Bruto al apuñalar a Julio César. La estampa causa más desasosiego que el "Duelo a garrotazos" de Goya. A estas alturas podría parecer agua pasada, pero resulta que de aquellos polvos, estos lodos: la "Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de garantía integral de la libertad sexual", la del "sí es sí" o "sueltavioladores", cuyos efectos son la última prueba de cargo contra el Gobierno de Sánchez. Más de cuatrocientos delincuentes sexuales juzgados y condenados han visto rebajadas sus penas o han salido de la cárcel en aplicación de esa cosa elaborada en el Ministerio de Igualdad. El listado engorda cada día sumiendo en el pánico a las víctimas de los criminales mientras Irene Montero se mantiene en sus trece, terca y tozuda, empecinada en la cantinela del concepto "consentimiento".
Consciente de la sangría de votos, Sánchez ha ordenado que se cambie la "ley" y se pongan los medios para impedir las rebajas de penas y las excarcelaciones de depredadores sexuales. A buenas horas, mangas verdes. La ministra Irene Montero aún debe explicar a "la gente" qué entiende ella por consentimiento, qué le parece que salgan de la cárcel abyectos delincuentes gracias a su obstinación y qué cree que está consiguiendo con su actitud. Su "ley" es una ñapa sin precedentes y ni siquiera debe ser suya porque redactar una ley no es cosa de psicólogas, sino de juristas, salvo que ella se crea Dios y Cristo.
La culpa es de Sánchez. Podemos está igual de mal o peor que Ciudadanos. Sólo Yolanda Díaz se puede salvar de la quema, aunque no es improbable que acabe como Begoña Villacís, dando tumbos por la política. El "sí es sí" es letal y Sánchez es el que ha permitido la suelta de violadores y las rebajas de condenas. El que le robó la cartera en el abrazo de la ignominia fue Iglesias, no al revés. En el pecado lleva la penitencia. En cuanto a Irene, sólo le importa que eso del "consentimiento" no falte, que esté en el "centro" del Código Penal. Para cuando se aprueben las modificaciones de la "ley" habrán pasado dos meses. ¿Llegarán a mil los beneficiados por las normas de Irene o serán muchos más?