
Hay que recurrir al título de Supertramp, inolvidable portada de álbum, porque no ha habido ninguna crisis de Gobierno, aunque el Gobierno esté en crisis. De hecho, la no crisis que se ha producido, con el recambio obligado de dos ministras por dos ministros, quiere significar precisamente que no hay crisis en el Gobierno, a pesar de que está a la vista. Las apariencias muestran que los socios de coalición se encuentran en fase avanzada de ruptura. De ruptura y de reproducción, pues donde eran dos, ahora hay tres: esto va como en las amebas. Ante el panorama de follones, divisiones y cismas, que tanto aprovecha la oposición, se ha hecho la no crisis para decir que hay paz, aunque no haya gloria.
No estamos ante un cambio lampedusiano. El gatopardismo consiste en que cambie todo para que todo siga igual y en el Gobierno no ha cambiado nada. Nada, salvo dos ministras que no eran de las más conocidas de la plantilla y que tal vez necesiten poner carteles más grandes donde van a ser candidatas. Sánchez ha dejado la audacia a un lado, si es que alguna vez la tuvo y no fue, la de su audacia, una mitología de su antiguo asesor áulico. El único cambio merecedor de ese nombre era romper la baraja y echar a Podemos. Esto hubiera sido una crisis contra la crisis. Pero expulsar a Podemos del cielo que no asaltó y dejar dentro a Yolanda Díaz era llevar a campo abierto la guerrita que tienen ambos. Una batalla campal dejaría a Díaz demasiado lejos de Podemos y demasiado cerca del PSOE como para desempeñar el papel que le reservan los socialistas.
Proteger el activo Díaz es la gran preocupación de Sánchez, pero necesita que el espacio a su izquierda lo cubra una sola tribu, no dos enfrentadas. Tal como están las cosas, si ese voto se divide, calculan los socialistas que lo tienen todo perdido. Claro que a los que hoy quieren unidos, antes los quisieron en desunión. En las últimas elecciones, trataron de dividir el voto a Podemos promocionando el invento de Errejón de todas las maneras a su alcance, que no son pocas. Pero la maniobra, pese a todo el apoyo y la publicidad, no funcionó. Estas operaciones las carga el diablo. No son tan fáciles como pueden parecer. Y sigue siendo un misterio cuál es el tirón de Díaz entre las antiguas bases electorales podemitas. Sin Podemos en el flanco antisistema, no subirá el soufflé. Mientras, Iglesias, líder en la sombra, está pensando en el día después. Después de la derrota de Sánchez.