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Antonio Robles

¡Dejen a las mujeres en paz!

El debate de la gestión subrogada está tan minado como el de la prostitución. Nace falsificado por un supuesto no respetado: la libertad de la mujer.

El debate de la gestión subrogada está tan minado como el de la prostitución. Nace falsificado por un supuesto no respetado: la libertad de la mujer.
La ministra de Igualdad, Irene Montero. | EFE

Es sorprendente las diferentes varas de medir de esta izquierda posmoderna embarcada en batallas culturales extravagantes. Con los mismos ritos inquisitoriales y beatos que las iglesias más reaccionarias. Ahora resulta que las mujeres son un rebaño, no ciudadanas libres y distintas capaces de entendimiento y voluntad para decidir por sí mismas. En cualquier campo, hoy toca oponerse a la gestación subrogada en nombre del muecín del Ministerio de Igualdad que decide por todas ellas. "Nosotras parimos, nosotras decidimos". Menos cuando la madre superiora decide por todas. ¿Cómo se atreve catalogar Irene Montero a la gestación subrogada de "violencia contra la mujer", mientras beatifica las mutilaciones físicas y psíquicas de su ley trans o las excarcelaciones de la del solo sí es sí? Su incoherencia abruma.

Miren, se puede estar a favor o en contra de la gestación subrogada, pero es del todo intolerable que la madre superiora de Podemos se crea con derecho a decidir por todas las mujeres como si fueran amebas. ¡Dejen en paz a las mujeres!, no hay ni una sola igual a la otra, pero todas tienen derecho, en cuanto están dotadas de razón, voluntad y dignidad, a la libertad. Incluso a la libertad de concebir sin su permiso.

No se me ocurrirá insinuarle a mujer alguna lo que ha de hacer con su cuerpo, pero sí sostener que la gestación subrogada no es vejatoria ni convierte a la mujer en una vasija si se hace sin chantajes y libremente. De forma altruista o remunerada. Sí, también como un intercambio comercial reglado por leyes consensuadas donde habría un requisito axiomático: la dignidad del nuevo ser y la de la propia madre biológica.

El debate de la gestión subrogada está tan minado como el de la prostitución. Ambos nacen falsificados por un supuesto que no respetamos, la libertad de la mujer.

La prostitución no es mala por ser remunerada, sino porque es forzada, porque no nace de la libertad. Pero si pones en el mercado laboral tu propia sexualidad sin interferencias de nadie y la voluntad libre de hacerla rentable, no es distinta de ningún otro trabajo remunerado. Lo único que cambia es la percepción moral que nos merece. El sexo está tan transitado por los tabúes morales de nuestras tradiciones religiosas y culturales, que nos permitimos pontificar contra su intercambio laboral con una autosuficiencia moral que nunca nos atreveríamos a hacer con el mercado laboral al uso. Y sin embargo, hay trabajos regulados por ley que son en sí mismos vejatorios, pero los aceptamos como dignos. Cada cuál puede poner el acento en aquellos que su sensibilidad resulte herida. ¿O acaso un minero al que la silicosis le acorta la vida o se la arrebata un desprendimiento, no está vendiendo cara su dignidad por llevar el sustento a los suyos? Podrán adornar con lenguaje inclusivo el sueldo que gente ociosa con ínfulas clasistas para limpiar sus heces y adornar su vida, pero hemos preferido cambiarle el nombre de chacha o sirvienta por el de señora de la limpieza y olvidarnos que a nadie nos gusta limpiar la mierda de los demás. Sobre todo cuando la mierda va aparejada a la vejación.

No nos tomamos en serio la libertad. Siempre la condicionamos a ritos sociales o a imperativos morales. Sin tener en cuenta que los valores republicanos que nos garantizan la libertad en el territorio político implican no estar sometidos a la voluntad arbitraria del poder o de cualquier grupo que pretenda usurpar la ciudadanía compartida en nombre de sus quimeras.

La gestación subrogada es una opción de nuestra libertad. Aunque aún no sea legal en España. Tampoco lo era antes el aborto, o la eutanasia. Todas tienen efectos colaterales. Imposible eliminar el ángulo obscuro que su naturaleza conlleva. La eutanasia es el derecho a disponer de tu propia muerte. ¿Si ni siquiera eres dueño de ella, de qué podrías serlo? Aunque la responsabilidad de quitártela puede afectar a terceros. He ahí el valor de la propia libertad y sus límites. Con el aborto bastaría con su despenalización y unos supuestos consensuados donde la mujer tuviera la última decisión sin necesidad de enfrentarla a sus padres cuando fuera menor de edad.

La gestación subrogada no es legal, pero debería serlo. Es cuestión que la comunidad política determine los límites. Cuanto antes. Miles de parejas no pueden tener hijos biológicos propios por diferentes causas. La gestación subrogada podría darles la oportunidad de gestar un hijo con óvulos y espermatozoides de los padres sin que la gestante tuviera vínculo genético alguno. Sería la opción más cercana a la ideal. A partir de ahí hay otras variables hasta perder todo vínculo genético. En cualquier caso, el deseo de unos padres estériles por el hijo que no podrían tener, garantizaría su amor incondicional por éste. Incluso, al poder cribar médicamente enfermedades hereditarias, se evitarían gestaciones con malformaciones. La casuista es alta y los pros y contras numerosos. Pero en un mundo donde se practican millones de abortos, ¿vamos a ponernos exquisitos con la llegada al mundo de niños deseados?

Dejen en paz a las mujeres, y de paso, a los hombres; y váyanse con su circo al carajo.

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