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José T. Raga

Para qué llamarla 'cuota de solidaridad'

¡Qué lejos está la solidaridad de lo que supone pagar, por obligación, una cuota, un tributo!

¡Qué lejos está la solidaridad de lo que supone pagar, por obligación, una cuota, un tributo!
El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá | EFE

No puedo entender la razón de denominación de la cuota, por lo que he concluido que sólo se pretendía confundir.

El término, en su sentido jurídico, es de uso frecuente; así, cuando para la eficacia de un poder, deban concurrir más de un apoderado, o cuando de una obligación responden dos o más sujetos por igual, asumiendo cada uno la obligación íntegra. Tanto en el primer caso como en el segundo, los dos o más sujetos solidarios, habrán aceptado voluntariamente tal poder —en el primero— o tal obligación —en el segundo—.

Dejando al margen el concepto jurídico que, con su importancia, puede obviarse, por su lejanía con la famosa cuota de solidaridad, anticipemos que, para la RAE solidaridad es la "adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros"; cuando, adherir o adherirse significa "sumarse o manifestar apoyo a una doctrina, declaración, opinión, etc."; condición implícita será la voluntad de quien se adhiere, por lo que no cabe solidaridad sin voluntad del solidario.

Con lo dicho, hay que concluir que cuando se trata de un pago –cuota– que se hace coactivamente, no es posible atribuir, al objeto del mismo, un carácter solidario. Por esto, mi pregunta sigue en pie: ¿Para qué, llamarla cuota solidaria?

Si fuera el único católico de España, no abundaría más en el concepto de solidaridad, pero dada la existencia de muchos, o al menos algunos católicos más en nuestro país, procede adentrarse en lo que la Iglesia Católica tiene dicho sobre la solidaridad.

De la mano de San Juan Pablo II, aprendimos que: "Ante todo se trata de la interdependencia, percibida como sistema determinante de relaciones en el mundo actual… y asumida como categoría moral. Cuando la interdependencia es reconocida así, su correspondiente respuesta, como actitud moral y social y como ‘virtud’, es la solidaridad. Esta no es, pues, un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir por el bien de todos y cada uno". [S.R.S. núm. 38].

¿Puede darse esa determinación firme y perseverante de empeñarse, sin voluntad libre de la persona solidaria? Tan así, que el Papa no dudará después en afirmar que: "La solidaridad es sin duda una virtud cristiana. Ya… se podían vislumbrar numerosos puntos de contacto entre ella y la caridad…". [S.R.S. núm. 40]. ¡Qué lejos está esto, de lo que supone pagar, por obligación, una cuota, un tributo…!

Estas consideraciones serán paja quemada para el gobierno de Sánchez, aunque me conforta que así sea, como me complacen los informes desfavorables que han presentado, sobre la reforma de las pensiones, cinco órganos técnicos del máximo relieve –la AIReF, el Gobernador del Banco de España, el Instituto de Actuarios Españoles, FEDEA y FUNCAS–, centrados en la sostenibilidad.

El Gobierno y el Parlamento –tanto monta, monta tanto– han preferido ignorarlos y, para el Presidente, la nimiedad del proyecto, le permitió viajar a China, sin resultados aparentes. Dicen que… por imagen.

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