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Las tres izquierdas

Hay, pues, tres izquierdas distintas y distantes cuyo único nexo de unión remite a la perplejidad. Porque las tres, sí, están perplejas.

Hay, pues, tres izquierdas distintas y distantes cuyo único nexo de unión remite a la perplejidad. Porque las tres, sí, están perplejas.
Ione Belarra, Yolanda Díaz e Irene Montero | Europa Press

En España conviven ahora mismo tres izquierdas diferentes dentro del Consejo de Ministros; no sólo diferentes, sino muy diferentes. Está por un lado el partido mayoritario dentro de ese campo, el PSOE, formación alineada sin demasiadas preocupaciones teóricas con la ortodoxia social-liberal que se impuso en la socialdemocracia a partir de los años ochenta de la centuria pasada. Está una fuerza con vocación antisistema, Podemos, que encuentra su propia razón de ser en, por un lado, la enmienda a la totalidad del régimen del 78, concepto que incluye como contenidos fundamentales el repudio de la forma monárquica del Estado y la defensa de una muy vaga e imprecisa estructura confederal para España.

Y por otro, en el alineamiento militante con las minorías, en particular las relacionadas con cuestiones de género, que abren frentes de confrontación cultural relacionados con lo que ellos entienden por atavismos patriarcales. Por último, pero no el último, figura Sumar, un cajón de sastre mucho más vinculado que Podemos a las raíces ideológicas de la vieja izquierda clásica, algo que se pone de manifiesto en su interés por una cuestión, la economía, que resulta secundaria para la gente de Iglesias, Belarra y Montero. Hay, pues, tres izquierdas distintas y distantes cuyo único nexo de unión remite a la perplejidad. Porque las tres, sí, están perplejas.

Perplejo el PSOE porque no logra entusiasmar a las clases medias. Perplejo Podemos porque su alineamiento con causas marginales, ¡gran sorpresa!, les empuja a la marginalidad. Y perplejo Sumar porque los beneficiarios de las medidas de su lideresa no muestran desmedido afán por votarles. Ocurre que el PSOE no ha entendido que la clase media, su sueño húmedo, no cobra mil euros al mes y que, por tanto, no le debe agradecer nada. Ocurre que Sumar no ha entendido que entre los que sí cobran mil euros al mes, su público objetivo, hay muchísimos extranjeros que no pueden votar. Y ocurre, en fin, que Podemos sigue sin querer entender que el 15-M fue una simple protesta de jóvenes de la clase media, no la Revolución de Octubre. Y mira que es fácil de entender.

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