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Cristina Losada

Robin Hood se pone traje de gestor

Han caído, ¡ahora!, en que hay todo un mundo social intermedio por el que este Gobierno no ha hecho nada. O nada bueno.

Han caído, ¡ahora!, en que hay todo un mundo social intermedio por el que este Gobierno no ha hecho nada. O nada bueno.
Pedro Sánchez. | Europa Press

Desde que empezó la cuenta atrás, el presidente Sánchez se ha puesto a hacer bolos por España con mítines en los que aparece provisto del cuerno de la abundancia y anuncia el reparto de regalos y prebendas a unos agradecidos súbditos. Hay que decir, de entrada, que con estas giras suyas por las provincias olvidadas bien puede arruinarles la campaña a sus barones y candidatos locales, que habían pedido que les dejaran en paz para llevar las cosas a su manera, con los pies en la tierra y sin recordatorios constantes de que el jefe del Gobierno de España es uno de su partido. Pero el presidente, así es la vida, mira por lo suyo y no por lo de los demás, y lo que está haciendo, con tino o sin él, es la primera ronda de su campaña personal.

Hay que hacer notar, como segundo apunte, que Sánchez está llevando en esta gira temas muy distintos a los que tenía en el repertorio. Es una corrección de rumbo en toda regla. Los que fueron grandes hitos desaparecen o se relegan. Ya no mandan los asuntos feministas y de género, el antifranquismo retrospectivo, los premios al buen independentismo, el coco de la ultraderecha ni el contubernio de los poderes ocultos. Pasan a segundo plano los alardes populistas copiados de Podemos. No sale arreando latigazos a "los de arriba" como antes. Tal vez se han percatado de la inverosimilitud. O han caído, ¡ahora!, en que hay todo un mundo social intermedio por el que este Gobierno no ha hecho nada. O nada bueno.

Después de hacerse pasar estos años por un Robin Hood de los bosques, Sánchez se ha puesto el traje de gestor económico. El Gobierno que antes de ayer se jactaba de quitar a los que "más tienen" para darles a los "vulnerables", que apostaba por la política de limosna para sustentar una popularidad que nunca ha sido estratosférica, ahora cambia el atuendo del demagogo descamisado por el sobrio uniforme del tecnócrata solvente. La frase que le han escrito para la metaformosis, la que más repite y resuena en sus mítines, dice que se está demostrando que "gestionamos la economía mejor que la derecha". Lo cual implica cierto reconocimiento de la superioridad de la derecha en esas lides. Al menos, hasta la llegada de Sánchez, que les da cien mil vueltas a los gestores derechistas.

Bromas aparte. Que quiera disputarle a la derecha el terreno en el que la derecha es más fuerte significa que entre los electores hay demanda de gestores ordenados, previsibles y eficientes. Y confirma que el PP está fuerte en ese flanco. Lo estará porque tiene un historial y un líder que lo personifica, pero también porque el PSOE de Sánchez no se presentó a la competición gestora en todos estos años. A la que sí se presentó fue a la competición populista. El resultado no ha podido ser bueno cuando asistimos a este cambio de vestuario. Pero no es fácil decidir con cuál de los dos ropajes resulta menos creíble el presidente. Lo único claro es que no ha sido capaz de forjarse una identidad política.

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