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Pablo Planas

23-J(ota): Que te vote Txapote

Si hubiera entendido lo que han querido decir las urnas, no sólo habría convocado elecciones sino que habría anunciado su dimisión.

Si hubiera entendido lo que han querido decir las urnas, no sólo habría convocado elecciones sino que habría anunciado su dimisión.
Pedro Sánchez mientras atendía a los medios tras votar. | EFE

Pedro Sánchez no tolera el fracaso, no admite la derrota, es alérgico a la decepción y un completo revanchista. La convocatoria de elecciones generales el día después de perder las autonómicas y las municipales es un gesto tramposo urdido durante una noche de insomnio, una maniobra fruto de la ira que revela un déficit agudo en la gestión de las emociones así como un carácter vengativo, rencoroso por naturaleza. Existe una frondosa bibliografía científica sobre su naturaleza. Recluido en la cueva monclovita, el hombre no se sale de su asombro. Está perplejo, estupefacto, indignado. Hacerle eso a él. ¡Pero qué se habrán creído los electores!

El PP y Vox no podrán celebrar sus resultados ni arbitrar acuerdos. Los barones socialistas tampoco podrán rumiar tranquilos sus cuitas y conspiraciones contra Sánchez ahora que el desempeño del presidente del Gobierno les ha llevado a la ruina. Si alguno de ellos tuvo el cuajo de decirle que con Podemos no se iba a ningún lado, que las ministras de las leyes de los violadores eran tóxicas, que los indultos y la reforma del Código Penal a la carta de los golpistas eran letales y que prometer pisos a cambio de votos era patético, no le sirvió de nada.

Estamos hablando del jefe de un partido que compra votos a cambio de dosis de droga, de cien euros o de entrar en bolsas de trabajo. Del mandamás de una formación en la que hay dirigentes imputados por secuestro. De la banda del tito Berni. De los delincuentes Chaves y Griñán. De un tipo que se ha humillado ante Mohamed VI, que ha gobernado con terroristas y golpistas, con ETA y con ERC, con los que dijo que no pactaría nunca porque no podría dormir, con alguien que ha faltado a la verdad y a sus propias palabras de forma compulsiva, que se manejó como un auténtico dictador durante la pandemia, que ha asaltado el Tribunal Constitucional, que ha vendido Cataluña a los golpistas y el País Vasco a los de las pistolas y los coches bomba, que ha sentado las bases para que la derrota policial y judicial del terrorismo se haya convertido en la victoria política del terrorismo.

Y si ha sido capaz de hacer todo eso con tal de morar en la Moncloa, qué no será capaz de hacer para seguir en el poder. Huelga decir que si hubiera entendido lo que han querido decir las urnas, no sólo habría convocado elecciones sino que habría anunciado su dimisión y su retirada definitiva de la política. No ha sido el caso. Sánchez tiene un plan para perpetuarse en el poder y el primer paso es anunciar las elecciones para ya, tratando de imponer al país y a sus ciudadanos las mismas sensaciones que burbujean en su ánimo: odio, división, venganza.

Considera, obviamente, que es el mejor momento porque así dificultará los pactos entre PP y Vox. Tiene razón. Las dos formaciones son extremadamente sensibles a las lecturas socialistas de la realidad, de modo que el PP está convencido de que Vox es la ultraderecha y en Vox creen que el PP es exactamente lo mismo que el PSOE. El primer acto de la campaña sanchista está claro. Que ambas formaciones se líen a puñetazos, que se insulten y que no sean capaces de llegar a ningún acuerdo. Sánchez no está acabado. Ni mucho menos. Se nos viene encima toda esa mandanga de que ha entendido el mensaje, de que no volverá a pactar con etarras y con supremacistas catalanes, de que España no se toca y de que se han acabado las chorradas podemitas y la basura woke.

De primeras, el tío del Falcon ha empezado su comparecencia para anunciar elecciones diciendo que primero se lo ha dicho al Rey. Lo de las elecciones del 23 de julio. Ay Sánchez, Sánchez, amigo Pedro. Quién sabe. Igual esta vez también te salvas. Estás acostumbrado a caer de pie. Lo del adelanto no se lo esperaba nadie. En breve se sabrá quién te ha susurrado el órdago en la oreja. ¿Otegi? Comenzó la campaña. Estado de excepción en España. Arranca el Sánchez español, felipista, madridista, madrileño y carnívoro. Hasta católico si hace falta. Y del Franco de la vivienda protegida, los hospitales y los pantanos.

Que la web del ministerio del Interior que debía proporcionar los datos sobre la participación y el recuento de votos este domingo se fuera al carajo antes del cierre de los colegios electorales tiene su punto. Eso mismo en los Estados Unidos de Biden y Trump sería impensable. Ni siquiera podría colar en Turquía. Claro que todos los electores deberían saber que según las normas de la democracia y las trampas de los que se declaran más demócratas, cuando gobierna la derecha se puede cambiar de Gobierno cada cuatro años mientras que con la izquierda estás municipales y autonómicas parecen más tensas que las locales del 31 y las generales del 36, las últimas monárquicas y las últimas republicanas de la 'pacífica' década de los años treinta del siglo pasado.

¿Y qué clase de régimen es un país en el que no es seguro el voto por correo? ¿Somalilandia? Txapote, calienta que votas.

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