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Qué es la verdad

Para defender la verdad de la "democracia" de la mentira del "fascismo", ya se sabe, cualquier cosa es necesaria. Hasta mentir.

Para defender la verdad de la "democracia" de la mentira del "fascismo", ya se sabe, cualquier cosa es necesaria. Hasta mentir.
El delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín. | EFE

Quizá lo más impresionante de la profundísima pregunta que le salió a Pilato delante de Jesús —¿qué es la verdad?— no sea la pregunta en sí, sino todo lo que la precedió. Porque, efectivamente, en esa sala nadie había mentido demasiado descaradamente. Ni los que pedían la pena de muerte contra un hombre ni el hombre al que iban a matar habían dicho nada que, mirado de la forma adecuada, no pudiese ser verdad. Y yo comprendo que Pilato, convertido en juez contra su voluntad, se sintiese genuinamente desorientado. Después se han hecho infinitud de interpretaciones del asunto. Hay incluso quien sostiene que soltó la frase para mofarse, sin aclarar muy bien de quién. Pero si nos paramos a analizarlo, lo más probable es que se sintiese abrumado sin quererlo, pues a nadie debe resultarle plato de buen gusto que le saquen de su rutina para cargarle con el marrón de decidir, de golpe, si salvar o condenar a dios.

Hoy estamos muy preocupados por este asunto y nos repetimos que el peligro de la posverdad es un fenómeno genuinamente nuestro. Lo que no decimos es que la posverdad ha existido siempre, aunque sea evidente que es así. Y lo más probable es que eso nos pase porque caemos en la trampa de pensar que la verdad es una cosa demasiado ambigua, una cosa tan etérea que nos impide concretar, cuando la realidad es que es una cosa muy concreta, demasiado concreta, de hecho, como para permitirnos matizar. Cuando cazaron a Clinton mintiendo en el caso Lewinsky él se defendió diciendo que, en realidad, nada de lo que había salido de su boca era falso. Y tenía razón. Concretamente, lo que él le había dicho a Jim Lehrer en el programa NewsHour fue: "No hay relación sexual alguna". Y en puridad era así, pues en el momento concreto de soltar la frase ninguna becaria veinteañera le estaba realizando felación alguna en medio del plató.

Lo que explica la posverdad no es, como se ha repetido tantas veces, que ya no nos importe la verdad. Lo que la explica es que la verdad nos importa tanto que estamos dispuestos a cualquier cosa, hasta a mentir, incluso, con tal de protegerla de las mentiras de los demás. Si lo miramos de esa forma entendemos muchas cosas. Por ejemplo, que salga Zapatero a reivindicar que fue su Gobierno el que acabó con ETA y que automáticamente cientos de personas se pongan a gritar en Twitter que cualquiera que se atreva a cuestionar una verdad tan incontrovertible es poco menos que un peligro para la sociedad. A su manera, tienen razón: ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada con Zapatero, Clinton nunca se benefició a Lewinsky en mitad de una entrevista en televisión y el gol de Redondo en Old Trafford no lo marcó Redondo, sino Raúl. Pero lo que tienen las verdades nimias es que pueden funcionar como mentiras, si se utilizan para ocultar otra verdad mayor.

Por eso, lo que a mí más me interesa ahora es descubrir qué verdad suprema quería proteger el delegado del Gobierno que ha dicho aquello de que Bildu ha salvado miles de vidas durante la pandemia, pese a haberse abstenido en todas las prórrogas de los Estados de Alarma. No creo que pretendiese sugerir que el verdadero peligro lo representaba el Gobierno, y que lo más responsable era oponerse a él. Así que supongo que lo que quería era protegernos a todos de la amenaza de la derecha extrema, que viene para subyugarnos. Y para defender la verdad de la "democracia" de la mentira del "fascismo", ya se sabe, cualquier cosa es necesaria. Hasta mentir.

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