Después de pasar una vida viajando por el mundo, uno llega a una conclusión, cuando viaja a los restos del imperio mongol y otomano, de que todavía viven en muchos aspectos en la Edad Media. Tendrán internet y armas nucleares, pero si analizamos uno por uno todos estos países de lo que fue la URSS, observamos patrones que se repiten. El poder es producto de un contubernio entre oligarcas que siempre acaban matándose entre ellos; las instituciones creadas por ellos mismos no son respetadas, ni los procesos judiciales son garantistas, los derechos individuales son pisoteados, la inspiración divina del régimen permite la justificación sistemática del crimen contra la oposición, los recursos públicos son manejados por los jerarcas como si fueran privados y el pueblo sigue sufriendo como lo hacía en la época de Pedro I, enviados a la muerte para mayor gloria y riqueza de los zares, después de los comunistas y ahora de los nacionalistas rusos. Todo forma parte del mismo esquema.
El desarrollo de la guerra de Ucrania es la demostración palpable de una historia que podría haber sucedido en tiempos de Gengis Khan o de Mehmet. El ejército privado de Putin dirige la guerra y el saqueo de África o de Ucrania financiado por el presupuesto del estado. En definitiva, la guerra es un gran negocio para Putin y su banda, y Prigozhin. La expresión conflicto de intereses está claro que no tiene origen ruso.
Como el líder supremo no se fía mucho de su cocinero, que ya apuntaba maneras como delincuente juvenil, contrata a otra tribu, los chechenos de Kadirov, que pretenden ser el contrapeso al primero. Pero estas fidelidades no están basadas en el patriotismo ni en el cumplimiento de las ordenanzas militares, sino que se basan en cuánto dinero y poder se reparte. El mismo tipo de acuerdos al que debían llegar en la Edad Media antes de asaltar cada ciudad, cuando los ejércitos privados debían ponerse de acuerdo en el saqueo y reparto del botín.
El resumen de lo que ha pasado en las últimas setenta y dos horas es simple: el jefe del principal ejército privado se siente por su disposición en el frente, por la crueldad de sus hombres, por su relación con la oligarquía rusa, con suficiente poder para imponer su ley al gran jefe, es decir a Putin. Ha tenido la osadía de abandonar el frente, marchar a Rostov, conseguir la adhesión de jefes militares y avanzar trescientos kilómetros por Rusia en dirección a Moscú sin resistencia. Suena a ciencia ficción pero ha pasado, sin que la teórica enorme Fuerza Aérea ni ese gran ejército pudieran hacer nada para evitarlo. Esto demuestra que las instituciones formales no funcionan en Rusia, acción premeditada del poder para beneficiar al grupo expoliador. Por eso no hay fuerzas armadas en Rusia: las han robado.
Para los que creen que esta pesadilla terminó, están muy equivocados, acaba de comenzar.
Si Prigozhin o Putin no es asesinado por el otro, lo que encaja con la forma de actuar de estos bárbaros, veremos rápidamente como el cocinero de Putin convierte a su jefe en un ingrediente de su nuevo plato. Si ha conseguido la destitución de Shoigú y Guerásimov, ya sabe que podrá obtener lo que quiera.
Casi apostaría que el movimiento de Prigozhin tiene mucho que ver con el despliegue de armas nucleares en Bielorrusia, un país mucho más parecido al Afganistán de los talibanes que Rusia.
Bielorrusia, que ya tiene armas nucleares puede ser una amenaza infinitamente mayor a la seguridad mundial si cae, como así será, bajo el control de Prigozhin. Es muy posible que ese fuera su objetivo inmediato: tener un inmenso país para sus hombres y con sus armas nucleares. Sería una amenaza infinitamente mayor que Afganistán dando cobijo a Al Qaeda. Si echamos un ojo a las actividades de estos criminales, incluyendo alteraciones en el sistema electoral occidental, compra de medios afines, contratación de influencers, etc. y le damos un país con armas nucleares a menos de dos mil kilómetros de toda Europa, habremos creado una pesadilla sin precedentes.
Putin ya es historia, negociará y podrá seguir en el poder, pero Rusia como estado ya ha muerto, ha colapsado. El Estado se ha desmoronado en un entorno mucho peor que en 1991.
Para Occidente el panorama no puede ser más desolador. El mantenimiento de un Putin fuerte en Rusia es la mejor garantía de tener un interlocutor, aunque sabemos que sería como negociar con Hitler, pero claro, este nunca hubiera permitido que Heydrich se hubiera hecho con el poder en Alemania.
La guerra de Ucrania ya es un capítulo pasado y nimio de esta escalada. Imagino que los soldados rusos estarán en retirada, porque ¿qué sentido tiene para ellos atacar un país sin saber en nombre de quién lo hacen, si no pueden confiar en sus mandos, si se han percatado de que han sido la carne humana para que los oligarcas se hayan forrado? Se merecen volver a Moscú y fusilar a todos los jerarcas, porque en el siglo XXI semejante carnicería nunca debía haberse producido.
Para Zelenski, es una victoria relativa. Él sigue en el poder mientras que sus enemigos cogen los aviones privados huyendo y está es una gran victoria. Su ejército tiene enfrente a unas fuerzas desabastecidas y desmoralizadas y que deben estar regresando a sus casas como lo hicieron en octubre de 1917, cuando el ejército ruso en el frente con seis millones de hombres se autodisolvió y los hombres regresaron a casa a pie, sin armas. El único límite que tiene Ucrania en el Frente es el que le imponga su cobertura logística, pero hoy sí es factible pensar que Ucrania podrá recuperar todo el territorio ocupado en 2014. Pero incluso siendo esto posible, el problema será mucho mayor.
Tenemos enfrente a un estado medieval que no entiende nuestro lenguaje, sin poderes definidos, sin instituciones que funcionen, en el que cuanto más criminal y delincuente se sea, más posibilidades de alcanzar el poder. Si tuvieran lanzas y caballos como los mongoles, serían un problema relativo, pero con seis mil cabezas nucleares, debemos empezar a considerar seriamente que o anulamos esta amenaza de forma tajante o el mundo bajo Prigozhin, o cualquier otro que venga en su puesto, conocerá la guerra nuclear.
No tengo ninguna duda que toda la maniobra del carnicero es apoderarse de Bielorrusia como un paso intermedio para tener todo el poder en la Madre Rusia y comenzar la reconquista del imperio perdido o del soñado que nunca tuvieron. Utilizará todas las fuerzas del mal, inmorales y letales que sean necesarias, porque lo que vamos a vivir sería como si Hitler en 1943 hubiera conseguido la bomba atómica.