A Andoni Ortuzar el haber estudiado periodismo no parece servirle de mucho; o tal vez lo que ocurre es que lo tiene ya olvidado después de tantos años ejerciendo el mando en plaza. Digo esto porque, desde la atalaya de Radio Euskadi, se ha despachado con una receta para hacer tragadero el asunto de la amnistía. En concreto ha dicho, usando uno de esos palabros que tanto gustan ahora en la RAE, que hay que "positivizar el mensaje" que se transmite en el debate acerca de ese asunto que a tantos socialistas lleva por la calle de la amargura y que solivianta a cuantos, como es mi caso, entendemos que la política debe estar constreñida por el marco constitucional. Y para ello, no se le ha ocurrido otra manera que tergiversar el significado de las palabras, aunque, con su limitado bagaje intelectual, no ha sabido darle la forma adecuada. Así, después de aconsejar que "no nos hagamos trampas con las palabras", paradójicamente ha operado en el sentido inverso; o sea, formulando el engaño que haga llevadero la susodicha amnistía:
Si unos le llaman amnistía es un tótem insalvable, pero si lo llamas Ley de … no sé, quizá sea más sencillo.
Obviemos por un momento que el jeltzale presidente del Euzkadi Buru Batzar no sabe cuál es el significado de la palabra tótem, pues si lo conociera tal vez se hubiese amparado en el ámbito protector del emblema correspondiente. ¡Qué sé yo!, a lo mejor el árbol de Guernica o, sin aspirar a tanto, el eguzkilore que ahuyenta los malos espíritus en tantos caseríos vascos. Pero no, Ortuzar debe creer que la palabra amnistía es un tótem para todos los que nos oponemos a ella en el caso de los catalanes que pretenden salvar su culo a cambio de darle otra vez la presidencia del Gobierno a Sánchez.
Lo obviamos porque lo más interesante es que, según el dirigente nacionalista, es más sencillo cambiarle el nombre a la amnistía para que, con el eufemismo correspondiente, engañar al público y hacerla más fácil de tragar tanto entre los electores como entre las instituciones —singularmente las judiciales que, según los rumores, no son muy partidarias de semejante bodrio—. Claro que Ortuzar no ha dado con la palabra de marras y confiesa que, al menos por el momento, la norma perdonavidas, haciendas y delitos independentistas catalanes se puede llamar "Ley de no sé". Obviamente, si el grupo parlamentario del PNV presenta en el Congreso una iniciativa legislativa con ese título, los ciudadanos nos veremos estupefactos y los políticos concernidos se quedarán a dos velas, pues con un "no sé" será muy difícil averiguar si sus fraudes y rebeliones han sido perdonadas sin siquiera pasar por el confesonario.
Ya se ve que a Ortuzar le faltan lecturas y que lo suyo es más bien echar sermones de cura de pueblo a los mineros de Abanto y Ciérbana, y a los aldeanos del Duranguesado y la Busturialdea, que no suelen estar para florituras eruditas. Porque lo primero que se le ocurre a quien quiera argumentar acerca del mágico valor las palabras —incluidas las de la fórmula "no sé"— para que puedan significar muchas cosas a la vez, es recurrir al genio de Lewis Carroll y citar la sentencia que escribió en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí: "La cuestión es saber quién es el que manda, eso es todo". Claro que, a lo mejor, lo que pasa es que el PNV ya no manda casi nada y su socio Sánchez tampoco; pero tendremos que esperar unas cuantas semanas para comprobarlo.