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Puigdemont, vicepresidenta, es de derechas

Los intereses de los círculos del dinero en el País Petit son muchísimo más coincidentes con el proyecto de las derechas españolas.

Los intereses de los círculos del dinero en el País Petit son muchísimo más coincidentes con el proyecto de las derechas españolas.
Carles Puigdemont junto a Yolanda Díaz. | EFE

La vicepresidenta Díaz, salta a la vista, está enamorada de los independentistas catalanes; pero los independentistas catalanes, también salta a la vista, no están enamorados de la vicepresidenta Díaz. Marcelo Gullo, que es uno de los ensayistas más brillantes con que contamos ahora mismo en el mundo hispánico, siempre dice que la dominación se puede ejercer sin necesidad de usar la fuerza cuando se consigue la subordinación ideológica de los otros; esto es, la completa colonización cultural que les haga sentirse muy inferiores en su fuero interno. Justo eso es lo que, y desde hace muchísimo tiempo, han logrado hacer los anglosajones con los pueblos iberoamericanos, empezando por los españoles, que los contemplan desde entonces con embobada y autodespectiva admiración.

A escala doméstica, es lo que igualmente han acabado de consumar los separatistas catalanes en relación con casi toda la izquierda española (y no únicamente la izquierda). Así las cosas, y como el amor es ciego, la ahora primus ínter pares de Sumar ya ha perdido por completo de vista que esos 14 diputados separatistas —7 de Junts y otros 7 de la Esquerra— de los que va a depender que el Congreso apruebe su cuento ecologista y socialdemócrata de la lechera, oh casualidad, resultan representar a los dos partidos catalanes que hicieron todo lo posible para intentar cargarse íntegra su reforma laboral. Propósito que habrían logrado consumar de no haber terciado en el último segundo el legendario Casero.

La deslumbrada ni quiere ni puede verlo, pero Junts, a imagen y semejanza de la difunta Convergencia, nació con la doble vocación de constituirse en un movimiento de liberación nacional, por un lado, y la de ejercer como un lobby en Madrid de los intereses empresariales catalanes, por otro. Intereses, los de los círculos del dinero en el País Petit, muchísimo más coincidentes con el proyecto de las derechas españolas, esas que articula el Partido Popular, que con las ideas de la muchachada de Podemos y compañía. La vicepresidenta todavía no se ha enterado, pero Puigdemont es más de derechas que el palo de la bandera.

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