
Quien oiga un rato la cháchara de Ábalos, sabe que su rollo es pura faramalla, amenazas veladas y todo, de principio a fin, muy bien construido para ganar tiempo. Tiempo para salvarse de ser imputado en la causa abierta por el juez contra sus estrechos colaboradores. Tiempo para hacer ruido y más ruido. Tiempo para montar un tiberio pseudo-revolucionario. Largará, largará y largará sin freno y sin limitación alguna. Utilizará el Congreso de los Diputados a su gusto. Los medios de comunicación que alimenta Sánchez, o sea casi todos y los de mayor cobertura, le darán toda la cobertura posible y más. Hablará sobre la bondad de su íntimo amigo Santos Cerdán, insistirá en lo mal que lo está pasando, pero que no le ha quedado otro remedio que largarlo del partido, porque se lo ha mandado la directiva. Hay que seguir los procedimientos típicos del comunismo: eres mi amigo, pero te mato. Echará basura y más basura contra el PP y VOX. Llorará por las esquinas sobre su honorabilidad política. Cantará mil coplas sobre sus bondades familiares. Y, por supuesto, volverá a decirnos que el asunto de las mascarillas era el "chocolate del loro" para el alto presupuesto que él manejaba en su ministerio. Apelará a su edad cercana ya a la jubilación. Montará todos los días varios números circenses, etcétera, etcétera, etcétera. Miserias y miserias para que el periodismo barato, casi todo, haga malos relatos para ocultar lo evidente, o sea, los hechos.
Pero, por favor, no nos perdamos en malos rollos. Dejémonos de cuentos ridículos. Callemos y no respondamos a la pregunta: ¿es ahora Ábalos una bomba aforada? Bobadas. No malgastemos nuestro tiempo especulando sobre si el líder del PSOE, Sánchez, está escondido, y ha dejado a sus sicarios hacer el trabajo sucio. Menos entremos en si el PSOE ha echado gasolina al propio fuego con la expulsión de Ábalos. Tampoco es el tiempo de plantearse si le tiemblan o no las canillas a Sánchez. No creo que Sánchez esté aterrado por lo que pueda saber, según dice el bueno de Joaquín Leguina, uno de los hombres del núcleo duro que le llevó a La Moncloa. Todos esos asuntos, hoy, son ya pendejadas. Filfa.
Cierto que los sociatas, maestros del engaño y el embauque, no han sabido expulsarlo del partido con buenas maneras. Cierto que no han hablado con él con deferencia. Cierto que el PSOE se ha comportado como siempre… ¡Inmundos cocheros! Pero, ay, lo real es que todo esto de Ábalos y Sánchez empieza a estar bien manejados por los dos. Sí, sí, esto huele al montaje de un "muerto" político que está tratando de salvar (sic) al jefe de la banda. El PSOE podría reconvertir la cosa a su favor. Es difícil, pero no es imposible. Si no se andan listos los políticos de Génova 13, este monumental robo al pueblo español, descubierto por los jueces y la guardia civil, podría acabar en casi nada. No es descartable que Sánchez y Ábalos, sí, conjuntamente hayan acordado este gran tinglado "político". Sí, sí, aquí no hay desencuentros entre los jefazos de la cosa. Al contrario, estos fulanos están, o mejor dicho, podrían llegar a estar muy bien coordinados. De momento, Ábalos está pertrechado en el Congreso. Sigue cobrando la soldada. Y está salvado. El juez no lo imputará, mientras siga aforado, porque retrasaría años la cosa. El PSOE muestra su retórica cuasi criminal de siempre: hemos purgado a uno de los nuestros. Y Sánchez sigue en el Gobierno, y hace y deshace a su antojo. Los dos ganan tiempo y piensan nuevas estrategias para tapar el escándalo de varios de sus ministerios implicados en un inmenso robo.
Por todo eso, y por otras mil motivaciones y razones, Ábalos no dirá nada contra Sánchez. Él bien sabe que la suerte está echada. Por lo tanto, Sánchez y Ábalos siguen entendiéndose. Por esa parte, pues, todo está resuelto. A Sánchez sólo le pueden hacer daño la acción de la Justicia, algún periodista crítico y la movilización ciudadana; y, por supuesto, que el hermano de Díaz Ayuso, o la propia presidenta de la Comunidad de Madrid, o la dirección del PP pongan una denuncia por calumnias al jefe del Gobierno de España