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La rendición de Francisco

¿Qué paz es esa que se alcanza cuando un tirano trata de sojuzgar a un pueblo y éste se rinde en vez de luchar hasta la muerte?

¿Qué paz es esa que se alcanza cuando un tirano trata de sojuzgar a un pueblo y éste se rinde en vez de luchar hasta la muerte?
El papa Francisco, en un acto el pasado viernes. | EFE

Es muy sencillo calificar a este Papa de comunista. Sólo hay que referirse al nutrido grupo de ellos con que se ha reunido el Pontífice. Desde la nueva Internacional Comunista Europea, donde participa el PCE, al presidente de Cuba, desde Yolanda Díaz al Partido Comunista de Vietnam, desde Putin a Manuela Carmena, de Nicolás Maduro a Gustavo Petro, desde Lula da Silva al propio Fidel Castro en la misma Cuba. Pero el Papa recibe a mucha gente. Javier Milei, sin ir más lejos. Incluso a Donald Trump y Benjamín Netanyahu. Incluso intentó reunirse con Xi Jinping en 2022, pero no quiso el comunista chino.

Pero hasta Vanity Fair admite y subraya que es un Papa "progresista" y sensible a los criterios marxistas. No es de extrañar, porque la revista da cuenta de la influencia que en la vida de Francisco, antes Jorge Mario Bergoglio, tuvo una comunista uruguaya. En 1954, trabajando como químico, conoció a Esther Ballestrino de Careaga, su jefa, que le inició en el marxismo. Siguió en contacto con ella tras convertirse en sacerdote y 23 años después ayudó a una amiga suya guardando su biblioteca marxista. En la dictadura militar, Esther fue asesinada y Bergoglio, mucho después, en 2005, le procuró un entierro digno. Siempre la consideró como una de las tres mujeres, con su madre y su abuela, que le influyeron decisivamente.

Él mismo ha dicho en ocasiones que no es que sea comunista, sino que el comunismo le ha robado a la Iglesia el protagonismo ante los pobres y que es el comunismo el que ha copiado al cristianismo. Aunque no sea comunista –ha dicho alguna vez que es partidario de la economía "social" de mercado, atribuyendo "social" a Juan Pablo II—, sus amistad más que cercana con la comunista Manuela Carmena es comentada ya en los grandes medios de comunicación. Ella lo llama "el Papa del humanismo" o "un Papa extraordinario" y él la proclama "la gran Manuela" ante su sucesor al frente del Ayuntamiento de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. Carmena es ya casi una fija en los trabajos de la Conferencia Episcopal, lo que da una idea de su poderosa influencia en el Papa.

No sabemos si serlo es peor que parecerlo o viceversa. Lo cierto es que todos, unos por atacarlo y otros por defenderlo, contribuyen a que el Papa sea identificado como filocomunista o, cuando menos, de tener una cierta predilección por sus dirigentes, no importa a cuantos sacerdotes religiosos o católicos hayan asesinado, como es el caso del comunismo vietnamita, o de perseguirlos, como el comunismo chino. De lo ocurrido en España en 1936-39 habría mucho que decir, a cuenta del reconocimiento de los mártires que el Vaticano sigue impulsando. Alrededor de mil sacerdotes y religiosos asesinados entonces han sido beatificados durante su Pontificado.

Lo que resulta incomprensible es la rendición que aconseja Francisco a los demócratas ucranianos, que están siendo ayudados por Occidente para resistir la invasión de la Rusia de Putin. Es más, es que el Papa ha pontificado que Ucrania está perdiendo la guerra ("cuando ves que estás derrotado, que las cosas no van, debes tener el coraje de negociar"), y que en tal caso hay que tener el coraje de izar la bandera blanca y negociar, ahora que todavía es posible. Todo por la paz. Inmediata y consecuentemente fue aplaudido por el tirano del Kremlin, al que sólo ha pedido que pare la guerra, no que se rinda, y por su aliado, el tirano venezolano. Simultáneamente Volodimir Zelensky y su gobierno desautorizan al Vaticano.

El gobierno ucraniano le ha recordado al Papa que nadie habló "de negociaciones de paz con Hitler". También podría haberle recordado al jesuita Bergoglio que cuando en 1521 los franceses se apoderaron de Pamplona, un tal Íñigo de Loyola insistió en resistir desde la castillo-fortaleza de la ciudad negándose en redondo a la rendición. Por ello, le hirieron en una pierna, herida que fue la causa de su conversión, con el tiempo, en San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, orden de espíritu combativo. ¿A qué llamarla Compañía y de contar con un General en otro caso?

"Todos los que hagan la profesión en esta Compañía, no sólo entiendan en el momento de profesar, sino se acuerden durante toda su vida, de que la Compañía entera y cada uno de los que en ella hacen la profesión, militan para Dios, bajo la fiel obediencia de nuestro santísimo señor el Papa Paulo III, y de los otros romanos pontífices sus sucesores", se lee en la fórmula del Instituto de la Compañía de Jesús, fórmula del año 1550 aprobada y confirmada por el Papa Julio III. O sea que todo jesuita es un "soldado para Dios bajo la bandera de la Cruz".

¿Qué paz es esa que se alcanza cuando un tirano trata de sojuzgar a un pueblo y éste se rinde en vez de luchar hasta la muerte? Ah, que se quiso decir negociar. ¿Hay otra cosa digna que negociar que la retirada incondicional de Rusia del territorio ucraniano? Tras Sagunto y Numancia, el más viejo Occidente, el del Cantar de Roldán, ya refrendó: "Antes morirán que rendirse". Nuestro Lope sentenció: "¿Qué más vergüenza que rendirse un hombre?". Y lo que es más grave aún para un cristiano, ¿qué habría ocurrido si Jesús el nazareno se hubiera rendido a la tiranía de Roma y a sus aliados del Sanedrín?

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