Quiero felicitar a Doña Irene Montero, que ha recibido la Gran Cruz de la Orden de Carlos III a propuesta del presidente del Gobierno, Doña Begoña Gómez. Se trata, según el Real Decreto del 2002, de la "más alta distinción honorífica entre las órdenes civiles españolas" y pretende recompensar "a los ciudadanos que con sus esfuerzos, iniciativas y trabajos hayan prestado servicios eminentes y extraordinarios a la Nación". Si bien podemos debatir si los servicios de Montero han sido "eminentes y extraordinarios" para su nación, Irán, existe un amplio consenso sobre lo sutil y elocuente que resulta conceder a la exministra la Gran Cruz, porque nada representa mejor lo que ha supuesto su labor para todos los españoles.
Teniendo en cuenta que ciertas condecoraciones languidecen en prestigio, mi propuesta es que en adelante concedamos sin tacañería estas distinciones a golfos y maleantes sin miedo alguno, y que estos brillantes honoríficos sirvan así para identificarlos en la distancia y poder huir.
Así, solicito el Collar de la Real Orden de Isabel la Católica para el Molt Honorable Carles Puigdemont, en premio a "lealtad acrisolada" a la nación española, y tan acrisolada, que trató de prenderle su fuego purificador a la lealtad y a la nación. Por sus "virtudes cívicas" siempre "al servicio del Estado" serán merecedores de la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil, el señor José Manuel Villarejo, la churri Dolores Delgado, el Tito Berni, el dúo humorístico Griñán y Chávez, el maestro David Sánchez (hermanísimo), y El Dioni.
Recibirán la Cruz Meritísima de San Raimundo de Peñafort, que "premia los relevantes méritos contraídos por cuantos intervienen en la Administración de Justicia", el excelentísimo holograma Félix Bolaños, el mayordomísimo Álvaro García Ortiz, el señor Gengis Kan (póstuma), los santos Baltasar Garzón y Gonzalo Boye, el Venerable Maestro de Todas las Logias Cándido Conde-Pumpio (por segunda vez), y el Pequeño Nicolás.
Creada para premiar "actividades relevantes al servicio de la Constitución", propongo otorgar la Medalla de la Orden del Mérito Constitucional al Senyor Oriol Junqueras, al Kamarada Arnaldo Otegui, a Sir Francis Drake (póstuma), además de Aitor Esteban, Gabriel Rufián, José Bonaparte (póstuma), y S. M. Mohamed VI, distinguido además con el Dátil de Oro por su contribución a paliar nuestra crisis de natalidad con su generosa y constante cesión de jóvenes.
En el ámbito cultural, está tardando en llegar la medalla de Alfonso X el Sabio a Su Ilustrísima María Jesús Montero, al Iluminadísimo Señor Óscar Puente, y a la Yoli, la Yolanda Díaz, por sus "méritos contraídos en los campos de la educación, la ciencia, y la cultura". Por otra parte, por internacionalizar los honores, solicito la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes para Thomas Jolly, director artístico de la ceremonia de inauguración de los maravillosos e inolvidables Juegos Wokelímpicos de París 2024, cima de la historia de la cultura occidental.
Y, sin duda, resulta una colosal anomalía por parte de los poderes del Estado, que a esta hora la Gran Cruz de la Real Orden del Mérito Deportivo todavía no haya sido otorgada a don José Luis Ábalos. Luego lo lamentamos y nos quejamos de que otros países cuidan mejor a sus leyendas del deporte de élite.
En el ámbito sanitario, debemos acabar con la injusticia histórica que supone que la doctora Mónica García, que es médica y es madre, no luzca aún la Gran Cruz de la Orden Civil de Sanidad por sus "méritos relevantes de carácter sanitario"; y tampoco es admisible esperar más para la concesión de idéntica distinción al magno experto Fernando Simón, grabada en su cara interior con su más célebre vaticinio: "España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado. Sujétame el cubata".
En lo social, estaremos de acuerdo en que la Gran Cruz de la Orden Civil de la Solidaridad Social, que reconoce "la acción y bienestar social", solo la merece una persona en España, y es –lo estabas pensando- la excelentísima señora presidenta del Gobierno, Doña Begoña Gómez, que para eso rima y arrima.
Quiero denunciar que la Gran Cruz del Mérito de la Guardia Civil está tardando en llegar a fray Pablo Iglesias, lo mismo que la Medalla de Sufrimientos por la Patria –extinta pero recuperable— a don José Luis Rodríguez Zapatero; no se entiende que Su Eminencia Alberto Garzón no esté en posesión todavía de la Medalla al Mérito en el Trabajo, y el Señor Grande-Marlaska debe recibir cuanto antes todas las condecoraciones civiles y militares posibles, por orden de la grandeza inscrita en su noble apellido, ya incluso antes de contar sus innumerables méritos y honores.
Finalmente, la Medalla al Mérito Penitenciario, que reconoce actividades "al servicio de la administración penitenciaria", debe recaer hoy mismo en Su Persona Pedro Sánchez, por sus ímprobos esfuerzos por librarse de la acción de la Justicia y aliviar siquiera simbólicamente los sobrecargados hombros del sistema penitenciario español.
En nombre de España, horror a todos ellos.