Ayer en Barcelona reinó despóticamente un prófugo de la Justicia española y desbarató la dignidad de su democracia arrastrándola por el fango en el que Pedro Sánchez ha sumido a nuestra Nación.
Bueno, nación ya no, sino confederación de Taifas 2.0 que a modo de marcador deportivo son las veces que un desquiciado odiador de españoles ha conseguido infligir al orgullo patrio.
Puigdemont se fugó en el maletero de un coche y "mutatis mutandis" lo ha vuelto a hacer.
No deseo detenerme en el psicoanálisis de la personalidad independentista porque como ya dije en una ocasión en el Parlamento de Cataluña, está claro que "el movimiento separatista necesita una consulta, sí, pero con el psiquiatra para poder curar su paranoia", y esa profunda disfunción se escapa de nuestras manos.
Prefiero ahondar en cambio en el análisis de los eventuales responsables de tamaña afrenta de lo que otrora fue un gran país convertido en una comunidad estilo "La que se avecina" donde las relaciones de convivencia han alcanzado el máximo de surrealismo.
El primer morador y culpable, su presidente del Gobierno Pedro Sánchez, atado al mástil del poder como náufrago desesperado sin otra tabla de salvación para su propia supervivencia política. Todo un consumado experto como saben en Ferraz y su adulterada democracia interna que le obligó temporalmente a "saltar por la ventana".
Él ha urdido esta humillante comedia en el edificio "Contubernio 49" hoy en realidad solar patrio de lo que España fue.
Nadie, absolutamente nadie, ni Zapatero ha hecho más daño que el Doctor Fraude que seguro habló con el fugado y le garantizó impunidad a cambio de su inmoral apoyo parlamentario, y el de los amigos etarras.
Sus Ministros, de Defensa e Interior, Magistrados de carrera, que sin el menor atisbo de sonrojo hace tiempo que vendieron su integridad profesional y su respeto al estado de Derecho por una "negra" cartera ministerial para vergüenza de sus compañeros jueces. Ni el CNI, ni la Policía Nacional ni la Guardia Civil han hecho nada porque no les han dejado.
A continuación, su marioneta en Cataluña, Salvador Illa que tiene más de sepulturero que de político carismático, nefasto ministro de Sanidad en pandemia, implicado en chanchullos con compra de mascarillas y demás material sanitario en esa difícil hora, que devuelto a Cataluña va a someterla como buen socialista español al independentismo catalán.
¡Oye! pero les seguirán votando.
Concluyo en el relato de responsabilidades políticas con el consejero de Interior en funciones, un tal Joan Ignasi Elena, de pasado "socialistarribista", luego en las filas republicanas separatistas, que sin pudor, sin principios y sin vergüenza facilitó la acción criminal del "Chiripitfláutico" con total impunidad, porque el Grupo de "Wagner", con uniforme autonómico policial -MMEE acrónimo-, se sumó a la pseudo fiesta democrática de los golpistas, escoltándolo finalmente para que el pájaro escapara de la jaula.
Y con supremo descaro no les importó un comino complicar la vida de los conductores catalanes colapsando sus carreteras en una burda operación a la que llamaron "jaula". ¡Hay que ser ocurrente y tener barra!
Finalizo el sainete con esta reflexión:
En paradero seguramente conocido para los monclovitas retoza y yace un delincuente de profesión odiador que se ha ciscado de nuevo en nuestra democracia, que se regodea de ello y que es el principal enemigo de nuestro maltrecho país, por obra y gracia de quién en sus "mentiras desesperadas", disfruta de vacaciones jodiéndoselas al españolito de a pie.
Perdón por el desahogo, pero si no lo digo reviento.
Adiós España, ya nadie te respeta y menos te reconoce.