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Carta a Karla García Gascón

No sé quién es más idiota: si la gente famosa que se cree que sus filias y fobias tienen mayor interés que los de la gente común, o si la gente común que intenta alinear sus filias y fobias con las de la gente famosa.

No sé quién es más idiota: si la gente famosa que se cree que sus filias y fobias tienen mayor interés que los de la gente común, o si la gente común que intenta alinear sus filias y fobias con las de la gente famosa.
Karla Sofía Gascón | Cordon Press

Señora,

Quiero felicitarla en primer lugar por el Goya a la Mejor Película Europea obtenido por la cinta protagonizada por usted, Emilia Pérez. Todavía no la he visto. No sabía si verla porque, si le soy sincera, temía que la película me removiera heridas familiares. No porque yo esté en contra de las personas transexuales, que no lo estoy, ni porque crea que hay que prohibir la transición de género a las personas adultas, mayores de edad y con contundentes evidencias médicas —no meramente ideológicas— de haber nacido en un "cuerpo equivocado". Sé que una minoría de la población se encuentra en ese caso y que esa minoría históricamente ha sufrido mucha intolerancia, incomprensión y hasta persecución. Por eso me hago cargo de que a usted le pongan los pelos de punta ciertas cosas. Por ejemplo, la doble vara de medir de cierta progresía que hace un drama de honor de un beso no consentido, pero luego mira para otro lado ante la atroz discriminación y violencia padecida por las mujeres —cis y trans— en cualquier parte donde se permita al islamismo radical imponer sus férreos postulados tanto a creyentes como a no creyentes. No sé si todas las personas transexuales son islamófobas. Sí tengo claro que todos los islamistas radicales son tránsfobos.

Con eso no quiero decir que los tuits que a usted le han creado tantos problemas me parezcan bien. Son muy desagradables y chabacanos. Por cierto, sepa que soy catalana —no separatista— y tampoco me han sentado bien sus descalificaciones genéricas y evidentemente no demasiado meditadas sobre todos "nosotros", que no somos, sabe, todos iguales. Ni queremos todos lo mismo.

Otra vez, le ruego que no se me ofenda si le digo que las opiniones políticas de la gente del espectáculo están peligrosamente sobredimensionadas. Que usted sea una buena actriz no la convierte en Hannah Arendt. El éxito o la popularidad en un campo no debería convertirte en un referente en el otro. Yo si me pongo enferma quiero que me cure un médico, no Richard Gere. Ni siquiera me habría puesto en manos de Sean Connery, con lo que a mí me gustaba, ay. Por las mismas le digo que no estar de acuerdo con lo que un actor opina —o dice que opina— políticamente no modifica en nada mi percepción de su trabajo. A mí por ejemplo Javier Bardem no me puede parecer más basto ni más hipócrita cuando expone sus ideas. En cambio, he visto con gusto muchas de sus películas y me alegro de que esas películas ganen premios.

Sinceramente, no sé quién es más idiota: si la gente famosa que se cree que sus filias y fobias tienen mayor interés que los de la gente común, o si la gente común que intenta alinear sus filias y fobias con las de la gente famosa, o, peor aún, ya rizando el rizo, los que creen que para disfrutar de los beneficios de la fama hay que tener filias y fobias que hayan pasado por la piedra de lo que en cada momento se considera corrección política. Que ya se habrá dado usted cuenta de que eso puede variar, puede ser muy voluble. Ser una actriz trans no habría sido ninguna ganga hace sólo unos años. Ahora, en cambio, se considera un ejemplo social y una bandera casi a imponer a millones de adolescentes a los que se quiere hacer creer que se "equivocaron" de cuerpo, cuando a lo mejor se están equivocando de mundo. Algo tiene esto que ver con los problemas familiares de servidora que antes le mencionaba. Pero no la quiero aburrir con mis dramas, que ya bastante tiene usted con los suyos, me temo.

Sí creo, señora, que se ha metido usted en un buen jardín. Debe ser jodido, muy jodido, pasar en cuestión de una semana de icono woke a oveja negra. Partiendo de la base de que estamos todos de acuerdo —hasta usted, según dice— en que sus dichosos tuits eran más una vergüenza que algo de lo que presumir, debo confesar mi perplejidad por las crueles consecuencias que están teniendo. Sobre todo, si los comparo con otros tuits de otra gente que no se corta un pelo de escribir también en redes sociales lindezas como la que sigue: "Ahora que la sionista Pilar Reich-ola se ha sacado cuatro kilos del casoplón de Cadaqués, seguro que invertirá en un bungalow hecho sobre muertos en primera línea de mar en el Läger-Gaza-resort". Esto no es un exabrupto de un troll anónimo, sabe. Lo publicó en su red de X el pasado 5 de febrero un tal Antonio Baños, que fue diputado en el Parlamento catalán con un partido extremista que se llama CUP. ¿Le ha pasado algo ni remotamente comparable a lo que le está pasando a usted? No.

Es verdad que el señor Baños tiene la suerte de no dedicarse al cine, una industria con cordones sanitarios mucho más estrictos y asfixiantes que los de la mismísima política. La política de verdad por lo menos está polarizada. Es decir, que hay más de un polo. En el show business, ni de coña. ¿A usted no le llama la atención, como me la llama a mí, que todos los actores sean o pretendan ser de izquierdas, propalestinos, antiTrump y tal y tal? ¿Lo son de verdad o más les vale si quieren seguir trabajando?

Si quiere un día quedamos las dos y hablamos con calma de por qué los que han perdido todas las guerras políticas ganan siempre la batalla cultural. Aunque a lo mejor usted tiene miedo de que la vean conmigo. Me imagino que ahora mismo se siente perdida y horrorizada de que la ataquen los que creía que eran los "suyos", y sólo le mostremos un elemental respeto los que a lo mejor creía que éramos "los malos". No se preocupe, pasa en las mejores familias. Mire a Iñigo Errejón. Yo a mis amigos wokes siempre les digo, sólo medio en broma: "tranquilo, si ganan los tuyos, yo te esconderé en mi casa".

Yo nunca he ido a la gala de los Goya y no la suelo ver por la tele porque me parece un truño pesadísimo. Pero esta vez estuve pendiente por ver si la dejaban ir a usted. Lamenté que no fuera. Me alegré de ver que algunos de sus compañeros, así fuese con la boca pequeña, se atrevían a considerar excesiva la magnitud de su castigo. Por algo se empieza.

También me sorprendió agradablemente el discurso en el escenario de María Luisa Gutiérrez, la productora de La infiltrada, que se atrevió a reivindicar una verdadera libertad de expresión y una verdadera memoria histórica que no sólo hurgue en los muertos en las cunetas del franquismo, también en las tumbas de los más de 800 asesinados por ETA.

Algo está cambiando. Poco a poco. Mire, yo no soy Martin Luther King, pero también tengo un sueño: que la cultura sea tan representativa de la pluralidad de pensamiento como, con todas sus imperfecciones, lo son los Parlamentos democráticos, donde de todo hay, como en botica. Y en la vida real. Espero que usted esté bien y ya le digo: si los "suyos" se ponen muy pesados, mientras escampa el temporal la puedo esconder en mi casa. Allí podemos ver Emilia Pérez juntas y hablar de todo. Sin censura y sin miedo.

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