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La dictadura sanchista

No existe entre los socialistas la más vaga idea de qué sea la autolimitación en el ejercicio del poder.

No existe entre los socialistas la más vaga idea de qué sea la autolimitación en el ejercicio del poder.
Pedro Sánchez. | EFE

España es una "democracia defectuosa". Eso ha dicho una de esas organizaciones raras, políticamente tan correcta que apenas sirven para hacer un poco de ruido en sociedades oscuras y cerradas como la española… Pero, bueno, algo es algo… Deslegitima, sí, un poquito más a Sánchez para ejercer democráticamente el poder en cualquier lugar del mundo, salvo en España. Lo real, lo serio, es más grave. Abran los ojos y estudien todo lo que nos rodea. Y al instante se percatarán de lo evidente: la dictadura sanchista funciona a la perfección. Controla hasta el último resquicio la producción de conocimiento, amenaza permanentemente la poca autonomía que le queda al poder judicial, y ejerce todo su poder sin limitación alguna. No existe entre los socialistas la más vaga idea de qué sea la autolimitación en el ejercicio del poder.

El dictador puede hacer lo que le venga en gana salvo salir a la calle. Sí, el dictador no puede salir a la calle sin protección de miles de funcionarios que pagamos los contribuyentes. Le da igual. Tampoco va al Senado, hace no sé cuánto meses que no pisa ese lugar y no pasa nada. El dictador, y esto quizá es lo más grave, habla con el lenguaje de un demócrata; nadie serio se lo cree, pero él ha robado hasta el lenguaje de los demócratas. Por supuesto, el dictador nombra cargos y más cargos en la Administración del Estado, incluso nombra hasta médicos en el Consejo de Estado (ya me dirán qué pinta un "médico" en esa institución que, por otro lado, podría cerrarse y no pasaría absolutamente nada)… Y, en los últimos tiempos, el dictador se da algún lujo extra, por ejemplo, ha admitido al PP, al celebérrimo partido de la Oposición, como colaborador, en realidad, como cómplice de algunas de sus demenciales políticas, por ejemplo, aumentar el gasto para los chiringuitos de la igualdad de género y cosas de ese jaez autoritario. Los peperos siempre tan serviciales, gente dispuesta a cumplir con su férrea voluntad de servicio, nunca dejarán de colaborar con el señorito de turno; no importa que el jefe sea Sánchez o la señora de un tal Leyen.

Lo importante para el PP es ayudar al "Estao", como decía el borrachín de Pontevedra, antes de cederle los trastos de la Moncloa a Sánchez. El "Estao" español o el "Estao" supranacional de Europa están ahí para que los del PP presten su ayuda y, de paso, ellos vivan de las suculentas partidas, millonarias ayudas y jubilaciones anticipadas, que les dan los verdaderos jefes de la Cosa del "Estao". Además, ellos corresponden a los amos de España con no menos suculentas ayudas extraídas del poder autonómico; sí, nadie olvide que los del PP tiene un poder inmenso en las comunidades autónomas, en los municipios y en las diputaciones provinciales que, como es sabido, lo ponen siempre a disposición de Sánchez y sus esbirros en provincias. ¡Fíjense, por ejemplo, en Moreno Bonilla, el de Andalucía, que pocos problemas tiene con los miles de enchufados del régimen sanchista! Valientes "hideputas", sin-vergüenzas, unos y otros.

El dictador dicta y los otros hacen como que se oponen. La dictadura sanchista, en la que Sánchez es sólo un figurín puesto por gente que sabe usar el poder de modo malvado, funciona tan a la perfección que hasta simulan la existencia de discrepancia de pareceres en el seno del Gobierno, juegan con los periodistas y la población en general sobre el rollo ese del salario mínimo interprofesional… Y, naturalmente, nadie lo cree. Nadie, ciertamente, cree nada de esta pesadilla sanchista. Ni siquiera creen que esto sea una dictadura. He ahí una señal indeleble de que vivimos en un atroz régimen político. No hay signos de esperanza de que esto pueda cambiar. La casta política de España es una de las de más baja estofa entre todas las de Europa. Pistolerismo político asociado al pistolerismo intelectual da lo que tenemos: una dictadura ridícula.

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