Aunque este Gobierno demagógico quiera hacernos creer que una promoción de 200 viviendas es más importante que la política de Defensa y las alianzas internacionales de nuestro país, todos sabemos, hasta ellos mismos, que esto no es cierto.
Y no lo es en una situación normal, así que todavía menos en el actual escenario geopolítico, en el que los servicios de inteligencia pronostican que Putin atacará a un país de la OTAN en un plazo máximo de cinco años. La verdad es que, por suerte o por desgracia, estas políticas serán claves en todos los países de Europa en lustros o décadas y, por lejos de la frontera rusa que pensemos que estamos, España no va a ser una excepción.
Al contrario, en nuestro país la defensa y el gasto militar todavía estarán más presentes en el debate público y político precisamente porque llevamos años sin hacer los deberes: nuestro ejército, que tiene profesionales de una gran calidad y preparación, está infradotado en todos los sentidos y a día de hoy España no es, probablemente, capaz de defenderse ni de las amenazas más directas que todos sabemos que están ahí.
En estas circunstancias, que la gestión de la crisis esté en manos de un Gobierno dividido precisamente en este tema es una auténtica tragedia: se trata de políticas que deberían ser nacionales y contar incluso con parte de la oposición y en España no pueden ser ni gubernamentales: uno de los partidos de la coalición de Gobierno –minoritario, sí, pero esencial para aprobar cualquier cosa– no sólo no tiene la misma visión que el otro sobre el gasto en Defensa, es que vota a favor de salir de la OTAN. Tremendo.
Y este show ocurre a la vista de todos y en un asunto que no admite parches y en el que, además, las exigencias de nuestros socios europeos van a ser claras, contundentes e inaplazables.
Son las consecuencias de formar un Gobierno cuyo único propósito es mantenerse en el poder, con una mezcla completamente heterogénea de socios cuyo único punto en común son sus ganas acabar con España y basado en una coalición con un partido que no sólo es una de las izquierdas más radicales del continente, sino que también es una jaula de grillos infantiloides y sin liderazgo.
Sí, es cierto que Sánchez se lo ha buscado y no nos da ninguna pena, pero los que no nos lo merecemos somos los españoles.