
Cuando todos los países desarrollados integran la energía nuclear como una de las fuentes imprescindibles para obtener electricidad limpia y barata, el Gobierno de Sánchez sigue atropelladamente su camino en sentido contrario, tratando de desmantelar las pocas instalaciones de este tipo que tenemos en España. El ejemplo más dramático es el de la central nuclear de Almaraz, situada en la provincia de Cáceres, cuyo cierre formal fue activado en el Consejo de Ministros de esta pasada semana, lo que ha dado lugar a una importante movilización institucional y ciudadana en toda Extremadura.
Según los planes del Ejecutivo socialcomunista, el cierre de Almaraz se iniciará en otoño de 2027 y culminará un año después con el desmantelamiento del segundo reactor, lo que supondrá la desaparición de una de las instalaciones energéticas que más contribuye al desarrollo industrial de toda España. A este respecto hay que recordar que Almaraz produce el 7% de toda la electricidad que consume nuestro país, lo que convierte su cierre en un despropósito industrial y económico, pero también social, por las consecuencias que la desaparición de la central tendrá en el tejido laboral de toda la zona.
Pocas industrias generan tantos puestos de trabajo y de tanta calidad como una central nuclear, que necesita para su mantenimiento del concurso de centenares de profesionales universitarios y personal técnico, vinculados a estas empresas a través de contratos estables y excelentemente remunerados. Almaraz, en concreto, produce 2.000 empleos directos y casi el doble indirectos, lo que convertiría su cierre en un auténtico mazazo para toda la provincia de Cáceres.
El cierre anunciado de la central ha movilizado a las instituciones y organizaciones ciudadanas extremeñas, ante las graves consecuencias que el desmantelamiento de Almaraz va a provocar en la zona. Los ayuntamientos aledaños advierten del éxodo laboral que, sin duda, va a producirse tanto por la desaparición de la central como por los centenares de empresas y servicios de todo tipo que dependen de ella.
Este empeño izquierdista en cerrar este tipo de industrias contrasta fuertemente con su pretendida preocupación por la España vaciada. Pues bien, si la solución para fijar a las poblaciones rurales es la llegada de industrias sostenibles que produzcan empleo de calidad, como reconocen acertadamente los voceros del Gobierno ¿Cómo piensan explicar a los cacereños que van a cerrar Almaraz por pura ideología?
El sueño de cualquier alcalde de la España vacía es contar en su municipio con una industria de este tipo: limpia, productiva, generadora de riqueza y de empleo estable y altamente remunerado, para que los jóvenes no tengan que marcharse a la ciudad. Pero a Sánchez y su recua de ultraizquierdistas empotrados en la nómina pública esos argumentos tan sensatos les traen sin cuidado. Su sectarismo ideológico está llevando a España a desmantelar nuestro tejido energético para hacernos todavía más dependientes de los países productores, no pocos de los cuales son auténticas bombas de relojería en el ámbito de la política internacional.