Nos estamos quedando sin ámbitos en los qué creer, a fin de seguir estudiando y trabajando en aquellas materias a las que nos hemos sentido llamados, por alguna u otra circunstancia.
La preocupación es máxima porque, a los que no hacemos otra cosa que ésta, cuando podemos, es decir cuando tenemos tranquilidad de ánimo para hacerlo, hemos necesitado fuentes creíbles a las que acudir con el fin de diagnosticar, o simplemente comprender, lo que está pasando en nuestro país y en el mundo entero.
El poder descubrió el término bulo, y el hallazgo ha tenido tanto éxito, que los propios miembros del gobierno compiten, para entretener al sufrido pueblo español, lanzando aquellos que más puedan narcotizarle.
Se trata de conseguir que el pueblo español deje de pensar, y si se le ocurre a alguien practicar tal hábito humano, lo haga dentro de los cánones establecidos por el poder. En definitiva, eliminar la libertad y trabajar para que nadie aspire a ser libre; eso son viejos tics de una sociedad arcaica y conservadora, pero no de otra moderna y progresista.
Libertad, en política, viene siendo sinónimo de independencia. Y la independencia de criterio es el gran patrimonio del humano, sea lo que sea en la vida, porque es el ingrediente más notable de su dignidad, que no puede mancillar ni tolerar que alguien trate de arrebatársela.
En virtud de esa falta de independencia, de libertad, algunas instituciones han aceptado en casos, ya demasiado numerosos, renunciar a su credibilidad, por renunciar a su libertad e independencia. ¡Pobres instituciones!
Sí, la lamentación tiene mucho sentido. Hablamos de instituciones que han perdido su independencia, cuando son las personas las que lo hacen, bajo el caparazón de instituciones. Personas que aceptaron la corrupción, renunciando a su independencia y engañando, bajo una falsa autoridad – no auctoritas –, bajo el poder – potestas – a toda una sociedad que, con sus impuestos, les mantiene generosamente.
Todo empezó por Eurostat (estadísticas europeas) que, desde 2021, los datos españoles sobre empleo y desempleo no son comparables con el resto de los países de la Unión, porque España ha alterado su significado, de aquí la nota de difiere el concepto; tampoco, naturalmente, los datos de PIB que desde 2022 son y siguen siendo provisionales. ¡Hasta cuándo!
También desconfiamos del Instituto Nacional de Estadística, con sus correcciones, siempre al alza del PIB, para que disminuyan los valores expresados en porcentajes de éste…
Y ahora comienzan las reservas sobre los trabajos que, desde tiempos muy pretéritos, venía realizando el Servicio de Estudios del Banco de España; los boletines estadísticos mensuales y el informe anual, además de los sectoriales y los estrictamente monetarios, que acumulaban todos los plácemes de los profesionales.
Pues se acabó la independencia de tales estudios por intervencionismo del Gobernador de la institución, señor Escrivá, para agradar, suponemos, al gobierno de la nación. En este caso, con aldabonazo del director de Economía, Ángel Gavilán, dimitiendo, como protesta digna, por dicha intervención en el Informe Anual 2024. ¡Adiós independencia, adiós!
¿Se puede humillar tanto a una nación, sin sonrojo y sin sanción?