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Mañas de 'condottiero'

Ahora se ha hecho patente que se dio la impunidad a los golpistas catalanes para que éstos a cambio les dejaran a algunos seguir robando.

Ahora se ha hecho patente que se dio la impunidad a los golpistas catalanes para que éstos a cambio les dejaran a algunos seguir robando.
LD/Agencias

Cuando Cerdán asumió la humillante misión de viajar a Waterloo y a Ginebra a negociar la amnistía, en lo que a él respecta al menos, no lo hizo por mor de la reconciliación, ni por servir al PSOE ni para que sus compañeros conservaran cargos y sueldos. Lo hizo para poder seguir robando. ¿Y Zapatero? ¿Por qué lo hizo Zapatero, que tantas veces fue con él? Porque ahora que su compañero de fatigas negociadoras ha resultado ser un malandrín, él calla y no ha revelado ningún desengaño ni ha ido a ninguna rueda de prensa a lloriquear, como hizo María Chivite. Tal vez sea porque tampoco Zapatero fue hasta allí para fortalecer la unidad entre los españoles ni por atender a las necesidades de su partido, sino para poder seguir haciendo lo que sea que ha estado haciendo al abrigo del Gobierno de Sánchez.

Me da que el presidente, que se tiene por capitán de navío, es más bien un condottiero del Renacimiento, que sabe bien que la lealtad de sus mercenarios depende de la puntualidad en el pago de la soldada y no del afecto que aquéllos sientan por los colores del pendón tras el que marchan. Por eso, a pesar de la mucha porquería que asoma por las bocas de los sumideros socialistas, nadie dimite. Y eso que ahora se ha hecho patente que se dio la impunidad a los golpistas catalanes para que éstos a cambio les dejaran a algunos seguir robando. Es ingenuo esperar que renuncien los que viven de la política y no tienen donde caerse muertos. Tampoco es imaginable que se vayan los altos cargos comunistas porque a ésos, lo primero que les enseñan en el partido, antes incluso de que aprendan que el marxismo es teoría y praxis, es a no entregar el poder bajo ninguna circunstancia. Pero al menos, los ministros que son altos funcionarios podían tener un arrebato de dignidad e irse a sus casas, que, dada su profesión, no les faltará con qué ganarse el sustento. Pues ninguno se va. Es cierto que tuvieron múltiples oportunidades con la amnistía o con Begoña o con Azagra o con el fiscal general, pero en todos esos casos pudieron fingir que les convencieron los flojos argumentos salidos de Moncloa y que esgrimieron uniéndose al coro de ministros unánimes.

Ahora ya no hay excusa ni pretexto. O están fuera o están dentro. Y dentro es tanta la inmundicia, tan penetrante el hedor y tan asfixiante la atmósfera, que no hay muchas explicaciones a que aguanten, más allá de la probable naturaleza mercenaria de su contrato. Marlaska y Robles son magistrados. Albares, diplomático. Cuerpo es economista del Estado. Y alguno más habrá que, sin tener que hacer graves renuncias, podría sacudirse las boñigas de los hombros y sin embargo no lo hace. Ninguno. Todos prefieren verse sepultados en estiércol. ¿Tan alta es la recompensa?

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