Menú

El PSOE necesita desaparecer

Nada ni nadie parece inspirar un cambio, más bien toca asumir el drama dantesco de abandonar toda esperanza.

Nada ni nadie parece inspirar un cambio, más bien toca asumir el drama dantesco de abandonar toda esperanza.
Pedro Sánchez en una rueda de prensa en Moncloa posterior a la visita de Mahmud Abas | EFE/ Borja Sánchez-Trillo

Para que un líder pueda hacer lo que se le antoje sin recibir queja de los subordinados, lo más sencillo y antiguo es dejar que los subordinados participen del festín. Omertá, Ley del Silencio, vista gorda, tres por ciento, mordida… Hasta Hitler dejó dicho a los suyos que disfrutaran de la vida y saquearan siempre todo lo que pudieran, porque el delito en común une más que cualquier amistad.

Lo cuenta Hermann Rauschning, un jefe nazi del Gobierno de Danzig, en un curiosísimo libro titulado Hitler me dijo. Confidencias del Führer sobre su plan de conquista del mundo. Lo encontré de viejo en internet tras una recomendación de Gabriel Albiac en esRadio. La edición no tiene año, ni plaza, aunque parece que es de 1940 y que se ha editado en medio mundo y con mejores traducciones que la que conseguí, pero en el capítulo titulado "¡Enriqueceos!", con peor o mejor versión española, nos deja un párrafo glorioso que hoy huele a cotidianeidad.

‘Con mi gente paso por encima de muchas cosas’, decía a menudo Hitler en los almuerzos que daba. ‘Haced cuanto queráis pero no os dejéis prender’. Era Hitler mismo quien empujaba a sus amigos al saqueo. De más está decir que no se lo hacían repetir dos veces. Es en esa época que oí el eslogan nuevo de la ‘corrupción dirigida’. En efecto, era evidente que no sólo se toleraba la corrupción sino que la concertaba.

Y concluía el exjefe nazi con una sentencia que hoy parece ley:

Tras los golpes duros, las posiciones tranquilas; a falta de una verdadera revolución, por lo menos las ventajas de una revolución: la vía libre para el arrebato (…) Tal era la corrupción deliberada y dirigida. Pero la idea recóndita de Hitler era que nada ata tan fuertemente a las gentes como los crímenes cometidos en común.

Nada une más que los crímenes comunes. Es la mejor definición del sanchismo como evolución profesionalizada del socialismo. Rauschning renegó del nazismo y se empeñó en un conservadurismo alemán que, eso sí, no dejaba de mirar de reojo a Polonia sin necesidad de que sonara Wagner. Pero el libro es una denuncia afilada y un manual de instrucciones para adelantarse a lo que nos seguirá viniendo cada semana, cada día, casi cada hora de este cambio de régimen encubierto, pero ya descubierto, que ha perpetrado Pedro Sánchez.

El abuso sexual se convierte en simple episodio estadístico tolerable de acoso laboral, engorroso pero habitual en cualquier empresa. Tal cual se ha defendido el figurín de La Moncloa cuando ha tenido que abordar la historia del enésimo feminista de su partido, el presidente de la Diputación de Lugo, José Tomé. Abucheos, aspavientos, a comer… ¡y otra redada!

No hay descanso. En la semana de la sentencia demoledora contra el fiscal general del Estado, delincuente por los cuatro costados y las dos puñetas, y tras el añadido lucense al caso Salazar y al de Antonio Navarro en Torremolinoscaen la cloaquera Leire Díez y Vicente Fernández, expresidente de la SEPI. Al calabozo por una cuestión no relacionada con las que ya conocíamos pero seguro que aledaña a la vastísima koldosfera, o sea, al sanchismo.

Menuda semana… y antes de recuperar el aliento y de terminar este artículo, ¡redada otra vez! Entran mensajes al teléfono sin parar, notificaciones urgentes de los pseudomedios empeñados en informar sin tregua. La UCO entra en Plus Ultra y en Forestalia, la empresa que conduce a Susana Sumelzo, la empresa que los lectores y oyentes de esta casa conocen bien desde hace años porque Federico Jiménez Losantos ya veía a los verdaderos gigantes detrás de algunos verdes molinos. Ojo a las miguitas de Sumelzo, que pueden conducir a la matriz misma de la bestia.

Cae la noche tras un día aciago para el Gobierno y el PSOE. Pero siempre queda tiempo para la penúltima, como si España fuera una cantina: Dimite Javier Izquierdo, miembro de la Ejecutiva del PSOE, tras nuevas acusaciones de acoso sexual. Izquierdo formó parte del equipo que llevó a Sánchez a reconquistar Ferraz tras ganar (con aquellas urnas de Koldo que completaban votos más que nada para redondear) las primarias de 2017. Que no diga el presidente que, en realidad, no lo conoció.

Se pierde la pista de causas, piezas separadas, diligencias e instrucciones. Se pierde hasta la capacidad de asombro. No sé cuándo enviar este artículo para que no entre ya desfasado con la actualidad. Pero lo que importa es que todo acaba en el mismo sitio. Es un mal radicular que pudre el subsuelo de toda España hasta llegar al Palacio de La Moncloa, la casa del padre.

No hay PSOE posible

Felipe González o Alfonso Guerra fueron mejores que la banda que nos saquea, sin duda, pero sembraron estas cañas que no hay quien arranque, y las sembraron a conciencia, no por error. El arrepentimiento suele solucionar pocos problemas más allá de los personales que permiten sobrevivir con menos culpa.

Murieron Javier Lambán y Guillermo Fernández Vara. Junto a Emiliano García Page, que sigue sin decidir qué lado de la tragedia frecuentar, formaban el trío que solía quejarse del sanchismo sin tambalearlo demasiado y sin prestar jamás un voto a la causa. Claro que eran mejores, pero de nada sirve. Alguna vez asoma Margarita Robles, pero siempre habrá que recordarle las veces que ha sostenido el golpe con su silencio y no pocos alientos. Nada ni nadie parece inspirar un cambio, más bien toca asumir el drama dantesco de abandonar toda esperanza.

¿Entonces? El PSOE necesita desaparecer, que tampoco su origen es como para presumir. Ni feminista, ni pacifista, ni regenerador. Fue Clara Campoamor, azañista primero y lerrouxista después, la que consiguió que votaran las mujeres. Ni Victoria Kent ni Margarita Nelken, que estaban en otras revoluciones. Luego ya han venido directamente la práctica y la ocultación sistemática del acoso sexual.

No hablemos de los logros del fundador, Pablo Iglesias Posse, y de las amenazas de muerte contra Antonio Maura —lanzadas el 7 de julio de 2010 y cumplidas el 22 del mismo mes sin conseguir asesinarlo— que constan en las actas del Congreso porque entonces no estaban ni Meritxell Batet ni Francina Armengol para borrar discursos y amputar lo que ellos llaman Memoria. Y demos por sabidos, porque aquí los repasamos casi cada trimestre, momentos como el golpe de 1934 contra la legalidad republicana junto a ERC o el pucherazo de 1936 documentado magistralmente contra los bulócratas por Roberto Villa y Manuel Álvarez Tardío.

Y tantos otros episodios, llegando también a los más recientes de Filesa, Malesa, Time Export, Cruz Roja, BOE, los GAL, los mil millonarios ERE… que jalonan la accidentada historia del puño y la rosa en España.

Sociedades y organizaciones más antiguas han caído para resurgir con la vergüenza renovada o, al menos, remozada… apenas disimulada acaso. Pero lo que tenemos es imposible de soportar hasta para ellos. Sí, el PSOE necesita desaparecer, morir, volatilizarse.

Sólo queda el abuso, en esto consistía el sanchismo. En el abuso esférico. El abuso como seña de identidad. Abuso de poder, abuso sexual… Y saqueo a las instituciones y a las arcas públicas, ese saqueo que Hitler recomendaba a los suyos porque el crimen en común une más que cualquier otro lazo.

Pedro Sánchez ha matado a su partido, y quizá hacía falta. Será su única aportación positiva e inconsciente a la historia de España, si algo quedara.

Temas

En España

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal