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Agapito Maestre

Advertencia sobre España

Esta enfermedad ha puesto en evidencia que somos poca cosa en el mundo. Estamos en los márgenes.

Debo escribir un breve informe-carta sobre la situación política y social de España para un amigo mexicano. Me lo ha pedido El Bardo de la Taurina, magnífico escritor  del país hermano, para hacerse cargo de cómo están por aquí las cosas. No sé por dónde empezar. Tengo la sensación de que sólo seré capaz de decir cuatro tópicos y lugares comunes. Empezaré, pues, por advertirle de que mis páginas no lograrán ir más allá de una visión subjetiva, arbitraria y, seguramente, ideológica de España. Solo quieren entretener, sin dejar de soliviantar, el espíritu crítico de mi amigo. 

Trato de situar a España ante la pandemia de la covid-19 y no puedo desgajarla del resto de los países de la UE. Creo que esta enfermedad ha puesto en evidencia que somos poca cosa en el mundo. Estamos en los márgenes. La gran batalla científica y política se da en otros lugares del planeta. España y la UE son apenas nada al lado de EEUU, China, India, Australia y, seguramente, Taiwán. Y cuando alguien saque la cabeza para decir aquí estoy yo para enfrentar al virus se la cortarán, como hizo Pedro Sánchez con una empresa gallega que descubrió un gran tratamiento contra esta peste. El proyecto fue vendido rápidamente a Inglaterra. 

La ciencia en España está en manos de la ideología, o sea, de unos zotes con una única preocupación: mantenerse en el poder con todo tipo de trapacerías. Pronto empezará a haber una nueva oleada de informaciones realmente importantes sobre el origen de la pandemia del coranavirus, pero seguiremos estando al margen, o peor, cuando ya nadie sensato sostenga que la covid-19 tiene un origen zoonótico nosotros seguiremos hablando de los simios de Wuhan; cuando la sospecha de millones de seres humanos se haya convertido en una tesis científica, todavía quedarán españoles que sigan, como corderos degollados, a los chinos y a los de la OMS gritando que el virus tiene un origen natural. Por aquí poco puede decir España a nadie.

Y de los medios de comunicación para qué hablar. La creación de una opinión pública política desarrollada es una utopía. Todo se reduce a agitación y propaganda de los zotes del poder. Las televisiones y las emisoras de radio, con un par de excepciones, están al servicio del Gobierno de Sánchez e Iglesias. Los periódicos dan un poco más juego, pero solo si se leen como novelas mediocres de ficción. A veces, entre sus páginas, hallamos alguna buena. Yo no me desespero y sigo consumiendo prensa escrita. Es una forma barata de combatir la soledad. Persisto en leer a los periodistas más contundentes, o sea a los que tienen algún principio moral. Les llaman exagerados, pero suelen ser los más acertados, porque tratan de remitir la verdad a la belleza y viceversa. La una no es sin la otra. Estos escritores de periódicos ayudan a llevar con cierta dignidad el desastre español, que es, se mire desde donde se mire, uno de los mejor organizados de la entera UE.

Tampoco puedo dejar de decirle algo a mi amigo mexicano sobre el aguerrido pueblo español. Mentiría si no le escribiese que traga con todo lo que le echen, porque está domesticado por los partidos políticos, los sindicatos y la basura mediática. Somos el país con más muertos del mundo por el coronavirus y, además, vamos camino de ser los últimos en ser vacunados, pero todavía hay millones de votantes, según todas las encuestas, que seguirán dando el voto a sus verdugos. Eso se llama ser sufridos. El personal disfruta revolcándose sobre la inmundicia. Por lo demás, termino mi advertencia a El Bardo de la Taurina, autor de una de las mejores tauromaquias de las varias escritas sobre Enrique Ponce, nadie quiere saber de verdad qué pasa en España. Nadie escucha al otro. Todos creen tener la solución para quitarse las argollas. Pero, al final, prefieren vivir como esclavos.

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