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Agapito Maestre

Barbarie y frivolidad

Es fácil llamar frívolo e irresponsable a alguien que hace gracias fuera de lugar. Pero lo difícil es llamarle frívolo e irresponsable por no haber cumplido su destino: la defensa de su país.

Es fácil llamar frívolo e irresponsable a alguien que hace gracias fuera de lugar. Pero lo difícil es llamarle frívolo e irresponsable por no haber cumplido su destino: la defensa de su país.
El expresidente Mariano Rajoy | EFE

En medio de la frivolidad y la chabacanería que inundan la vida política española, repugna a la inteligencia escandalizarse por las declaraciones de Rajoy en un programa de entretenimiento de una cadena de televisión privada. El moralismo sobrevenido a algunos analistas políticos por esta aparición pública más parece fingido que real. Rajoy no es frívolo y chabacano por irse de cañas con el presentador. Tampoco es frívolo y chabacano por sus chistes malos, ni por simular olvido sobre lo sucedido el día que se ausentó del Parlamento, mientras se decidía la moción de censura contra él. Frívolo y chabacano es Rajoy por su irresponsabilidad política durante el tiempo que estuvo en el Gobierno.

Preguntemos, pues, sobre gestión al frente del Gobierno de España. ¿Cuál es el balance político de sus mandatos? ¿Qué aportó a la inteligencia nacional para dejar un país mejor que el recibido? ¿Por qué podría pasar a la historia reciente de la democracia española? Ahí es donde es menester hacerle la crítica. Ahí es donde le duele a este personal que no sólo se va de rositas, sino que se ríe a mandíbula batiente de los sufridos ciudadanos españoles. En términos políticos, tendríamos que preguntar: ¿qué hizo Rajoy para parar el proceso de destrucción de la democracia española que inauguró Rodríguez Zapatero, después de los atentados del 11-M? Nada. O peor, contribuyó a alentar un partido comunista, aliado de los secesionistas, que nos amenaza todos los días con traer aquí el horror y la pobreza que inundan Cuba y Venezuela.

Las políticas de Mariano Rajoy pasarán a la historia por proseguir, cuando no promocionar, leyes que lesionaban derechos ciudadanos básicos, como la igualdad de todos ante la ley, o la prohibición de interpretar libremente la historia de España. Mariano Rajoy fue el principal responsable dentro del Gobierno de no detener el proceso de blanqueamiento de ETA y, por supuesto, de darle aire al secesionismo catalán, negando lo evidente: ¡para qué actuar contra los delincuentes que organizaron el referéndum de autodeterminación, decían él y sus ministros, si no es legal! ¡Sospecho incluso que se molestaría porque salió el Rey a parar el golpe de Estado contra España! Ahí, sí, es donde debe situarse el análisis político contra Rajoy, y no en si fue a tomar cañas o hacer el payaso con un showman televisivo o como se le llame. Escandalizarse, sí, porque Rajoy vaya a su televisión amiga a vender su libro es un gritito de monja por haberse pasado comiendo dulces en el desayuno.

Es fácil llamar frívolo e irresponsable a alguien que hace gracias fuera de lugar. Pero lo difícil es llamarle frívolo e irresponsable por no haber cumplido su destino: la defensa de su país. La vida pública en general, y la política española en particular, es una mezcla de barbarie y frivolidad, y a ella contribuyen de modo decisivo unos medios de comunicación de masas acéfalos, o peor, al servicio del poderoso. A propósito de poderosos y sirvientes, lean las entrevistas serias, por llamarles algo, que le están haciendo a Rajoy en distintos medios sobre su libro y por qué no dimitió antes de la moción de censura, y sabrán, de verdad, qué es frivolidad e irresponsabilidad política y periodística. Aún no he visto entrevistador que se haya atrevido hacerle las preguntas que les he dejado más arriba.

Frivolidad es, en efecto, exagerar el gesto, solo el gesto, porque se carece de fe radical en la propia conducta. Se desprecia la fatalidad o el destino que nos ha deparado la vida y nos aposentamos en cualquier arbitrariedad. La razón periodística hoy en España es tan frívola y chabacana como la razón política.

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