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Agapito Maestre

¡Elecciones ya! Razones y coraje cívico

El Gobierno no está solo en esa deriva totalitaria del sistema político español. Tiene muchos compañeros de viaje.

El Gobierno no está solo en esa deriva totalitaria del sistema político español. Tiene muchos compañeros de viaje.
Miles de banderas de España en la manifestación de Colón | EFE

Sánchez se resiste a un adelanto de las elecciones, pero el público está cada día más cabreado. ¿La irascibilidad de los españoles podría llevárselo por delante? No; no lo creo. Los españoles protestan y gritan mucho. Pero, a la hora de la verdad, nunca bajan al ruedo. Protestan contra los coletillas del redondel, pero nadie se atreve a torear. Falta valor. Y concepto. Nuestra raza es así desde hace siglos. Escasa de casta y pobre de ideas en todo lo que se refiere a la política. Esta deficiencia ha sido mil veces descrita por grandes autores españoles y extranjeros y otras tantas olvidadas. Se diría que la falta de entendederas políticas de los españoles, es decir, de unas ideas políticas comunes nos ha llevado sistemáticamente al fracaso colectivo e individual. Nuestra idea de Política es de boquilla. El Estado siempre ha estado en vilo y la libertad de los individuos amenazada por los gobiernos. Así seguimos.

Las conquistas sociales del tardo-franquismo por un lado, y el éxito político, cuasi milagroso, de la Transición por otro, están a punto de desaparecer. ETA-Bildu manda y marca la agenda de vuelta a la República totalitaria. Sí, cada día que pasa Sánchez en la presidencia del Gobierno, somos más pobres y perdemos más libertades. Lejos de mí, sin embargo, estigmatizar y demonizar a este individuo que desgobierna a base de Decretos-Leyes el país. Al contrario, tiendo a pensar que Sánchez, en efecto, no es causa sino consecuencia. Sánchez es la consecuencia de una deriva autoritaria que viene de lejos, de los tiempos de González-Guerra-Zapatero y, por supuesto, de la inacción intelectual y política de un PP sin columna vertebral en asuntos centrales para construir un Estado-Nación a la altura de los tiempos.

Seamos, pues, sinceros en el reconocimiento de culpas. Sánchez no ha impuesto nada con una exagerada violencia física, salvo indultar a golpistas y sacar de la cárcel a los terroristas de ETA, sino que han sido los partidos políticos, los sindicatos, las instituciones educativas y culturales las principales encargadas de construir un elaborado y complejo sistema de mentiras, prejuicios y "racionalizaciones" para mantener a un tipo autoritario en el poder con la simple excusa de que esto es una genuina "democracia". ¿Cómo salir de ese terrible engaño que, como vengo manteniendo aquí hace tiempo, es el más arraigado en nuestra sociedad?, ¿cómo extraer valentía allí dónde reina la cobardía y la esclavitud?, ¿aguantará España, la nación o lo poco que queda de ella, año y medio más a Sánchez y sus miles de terminales mediáticas?, o peor aún, ¿cómo romper esa mayoría de la sociedad española, lobotomizada por los socialistas, los comunistas y los separatistas, que está preparada mental y económicamente para aguantar todo lo que le echen, empezando por seguir manteniendo un gobierno autoritario cuyo único objetivo es prohibir, prohibir y prohibir (¿conoce alguien un gobierno en la UE más prohibicionista, es decir más autoritario, que el de Sánchez? La cuestión no tiene fácil salida.

Es relativamente sencillo, como yo hago, apelar a la valentía, pero hallarla es más complicado. El déficit de coraje cívico puede estudiarse fácilmente en todos los ámbitos de la sociedad española. Tomen el que quieran y, fácilmente, hallarán agujeros negros por todas partes. Comprobarán que, lejos de defender la libertad y la democracia, apoyan un sistema de carácter autoritario. Acerquemonos, por ejemplo, al periodismo político. Sus limitaciones están a la vista de todos. Basta mirar a la izquierda y a la derecha para saber de qué pie cojea el comunicador. No abundan los periodistas libres y, sobre todo, capaces de distinguir entre las razones y los afectos, entre los argumentos lógicos y los intereses sentimentales, entre la verdad y la mentira. Pero hay, sin duda alguna, un cierto periodismo político digno de ese nombre. Creo que el análisis político en España no es peor que en otros lugares de Europa, aunque aquí se ejerza, seguramente, con menos libertad y objetividad, entre otras razones, porque los medios de comunicación, donde se expresan los analistas, son más dependientes de los aparatos de propaganda del Estado en general, y del gobierno de turno en particular, que en el resto de Europa. Acaso por esas contradicciones, y otras muchas derivadas de una débil sociedad civil, el grupo español de periodistas políticos es tan pequeño, desde el punto de vista cuantitativo, y sobre todo tan poco influyente en el devenir de la vida política.

El Gobierno no está solo en esa deriva totalitaria del sistema político español. Tiene muchos compañeros de viaje. Todos ellos han conseguido crear una espiral de silencio sobre el carácter autoritario del gobierno de Sánchez. He ahí la principal tragedia de nuestra democracia. El problema político de España es, en pues, la carencia de un concepto de política. El autoritario excluye siempre al adversario de la vida política bajo mil pretextos. El caso de Sánchez es de libro y, además, se pavonea de que gobierna solo para una parte de la población, según él, "la más necesitada". Y culpa de todos los males a la Oposición. Típica y cruel majadería populista usada hasta el hartazgo por parte de Sánchez. Se requieren, en fin, razones y coraje cívico para detener la deriva totalitaria de nuestra débil democracia. Eso exactamente es lo que los españoles empiezan a demandar con mayor insistencia de la Oposición para forzar el adelanto de elecciones generales. Ojalá escuchemos algo digno de atención en la convocatoria conjunta de Feijóo y Ayuso. Ojalá estén ahí las bases clave para una regeneración del tejido democrático. Ojalá salga de ahí un acto de valor ajustado a un concepto político.

En España

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