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Amando de Miguel

Ajustes y precisiones

Creí que lo de la “extremaduridad” era una chanza en un momento de debilidad, pero la realidad imita la imaginación.

El politiqués nos ha maleado esa bonita palabra de "ajuste". Es el resultado de armonizar algo para buscar la correspondencia entre dos elementos. Por desgracia, ahora se habla de "ajustes", por ejemplo, de precios o de impuestos, para indicar que suben de forma inmisericorde. Hay que volver a su correcto sentido. Una voz emparentada es “precisión”, la acción de ponerse en camino para lograr la imposible exactitud. “Naturaleza, dame el nombre exacto de las cosas”, decía Juan Ramón Jiménez. Podría ser un buen lema de esta seccioncilla. Es sabido que la obsesión de los libertarios es dar con la palabra justa. “En el principio fue la palabra”, dice el Evangelio de San Juan. Ya es curioso que ninguna otra especie animal haya necesitado hablar para sobrevivir.

Luis Cáceres me dice que no le parece obvio eso de levantar pirámides, como yo escribía. Preciso. Quería indicar que la construcción de una pirámide es algo muy elemental y primigenio, pues no hay tantos problemas de cálculo de estructuras. El dolmen es ya una construcción elaborada.

Agustín Fuentes discute mis apreciaciones sobre la envidia. Sostengo (y conmigo cientos de doctores) que el envidioso sufre tontamente. En cambio el que da envidia se muestra satisfecho con ello. Don Agustín (bueno que es él) no ve el goce por ninguna parte. Pero, si no tuviera ese lado de placer, la envidia no sería un pecado capital (esto es, de la cabeza). Aunque mi posición ahora es que la envidia es más bien un sentimiento. Por eso mismo es universal. Todos somos más o menos envidiosos, pero casi siempre de algo cercano, asequible, familiar incluso. Unamuno y lord Byron trataron el asunto con conocimiento. Se basaron en la historia ejemplar de Caín y Abel. Me maravilla que alguien diga "yo no soy envidioso". No sé qué pensar.

Yo creí que lo de la "extremaduridad" era una chanza en un momento de debilidad, pero la realidad imita la imaginación. Eduardo Fungairiño Bringas (atención al segundo apellido galdosiano), que todo lo lee, me asegura que en el BOE hay dos extravagantes leyes sobre Extremadura. Las publicó en su día el extravagante Juan Carlos Rodríguez Ibarra: la de la encina y la de extremeñidad. Hombre, la primera podría haberla llamado de la "ilicinidad". Los alemanes dicen que la encina es el olivo de la roca. Es cierto, puede medrar sobre una roca.

Juan Carlos Díaz López-Canti propone que habría que abrir las fronteras y permitir que entraran los inmigrantes de cualquier parte. Él mismo confiesa el carácter utópico de esa propuesta. Aprovecho para decir que este mundo nuestro resulta muy poco "global". Para serlo tendrían que desaparecer los pasaportes y visados en todos los países. Es lo que sucedía hace un siglo. Así que, por ese lado, poco avanzamos. Por lo menos tendríamos que revisar esa idea de "global" aplicada a nuestro mundo. Sospecho que las golondrinas que anidan en la ventana de mi biblioteca son más "globales" que yo mismo. Lo de "global” antes se decía “católico”.

Juan J. Carballal apunta que "gay" procede del occitano "gai" (= alegre). Es lo que se dice, pero no me convence mucho. En inglés antiguo ya existía "gay” como equivalente de algo así como libertino. Se podía aplicar a un animal. En castizo podríamos decir “cachondo”. Es sabido que en castellano el sonido <ch> sirve para dar a las palabras un toque agradable o familiar.

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