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Carmelo Jordá

Aborto con prisas

Más allá de leyes cada vez más disparatadas va siendo hora de que asumamos la verdad ineludible de que abortar es acabar con la vida de un ser humano.

Más allá de leyes cada vez más disparatadas va siendo hora de que asumamos la verdad ineludible de que abortar es acabar con la vida de un ser humano.
La ministra de Igualdad, Irene Montero | EFE

El Gobierno ha aprobado este martes la reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva, que es el nombre que le ponen para despistar a la ley del aborto, una vez que aquello de "interrupción voluntaria del embarazo" está también más quemado que un ministro del PSOE.

Como ya conocíamos la mayor parte de los detalles de este nuevo desbarre de Irene Montero, casi lo más noticioso es que no han esperado a los informes, preceptivos aunque no vinculantes, ni del CGPJ y el Consejo Fiscal. Igual da, ha debido de pensar la ministra, si me perdonan ustedes el chiste infame.

Lo cierto es que sí, que iba a dar más o menos lo mismo, pero estas prisas son un ejemplo perfecto de cómo funciona este Gobierno: por un lado se saltan las normas –¡incluso las escritas!– de la democracia, desprecian al resto de poderes del Estado y degradan las instituciones; por el otro, cuanto más delicado es un tema, más disensión puede crear en la sociedad y más consenso sea recomendable para legislar sobre él, más prisa se dan por decretar a machete, imponiendo su sectarismo al coste que sea y a toda prisa. Urgencias revolucionarias, supongo, pero cuando la presunta revolución ya está hecha desde hace décadas.

Porque ese es el otro de los aspectos clave de la cuestión: no sé bien por qué cada vez que un Gobierno de progreso llega al poder tiene que profundizar más en ese "derecho", tal y como llaman a matar a un feto. Un par de legislaturas más y sólo nos quedará el infanticidio. Y por desgracia esto no es un chiste.

En esta ocasión y a falta de entregarles una puntilla a las comadronas –supongo que todavía no somos lo bastante avanzados para eso– la gran novedad que aporta la ley es permitir que niñas de 16 y 17 años puedan abortar sin el permiso, y por tanto sin la compañÍa y el apoyo, de sus padres. La capacidad de esta izquierda para hacerle daño a los más débiles es impresionante: hay que ser auténticos canallas para dejar a una adolescente sola frente algo así, como si matar a tu hijo fuese como hacerse un tatuaje o un piercing. Eso sí, no deja de ser curioso que cuando ellas están embarazadas todo son experiencias maravillosas y sentimientos increíbles por dar vida a un nuevo ser, mientras que las demás no pasan de tener un conjunto de células extirpable. No sé si será la conciencia feminista o el carné de partido lo que da esa calidad extra a tu feto.

En su último y excelente especial –disponible en Netflix– el cómico americano Bill Burr, uno de los más polémicos y brillantes de la escena de los EEUU y, por lo tanto, de los más perseguidos por el liberticida movimiento woke, asegura que él es partidario del aborto –"I’m pro-choice", decía– pero que había que asumir que estaban matando niños. No puedo estar más de acuerdo en lo que decía, supongo que medio en broma pero también bastante en serio: más allá de leyes cada vez más disparatadas va siendo hora de que asumamos la verdad ineludible de que abortar es acabar con la vida de un ser humano. Yo no digo que no haya que hacer algo tan horroroso en algunas circunstancias terribles cuando cualquier otra alternativa resulta peor o puede ser incluso más cruel, pero no nos engañemos, llamemos a las cosas por su nombre y no pensemos que es ni avanzado ni progresista dejar a menores de edad al pie de una decisión con la que tendrán que convivir el resto de sus vidas.

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