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Carmelo Jordá

Las Repúblicas Socialistas del Sur de Madrid

La Comunidad de Madrid, más que el fantasma de la revolución, la recorre una cuadrilla de fantasmones revolucionarios.

Mira uno las redes sociales y se diría que, parafraseando a aquellos dos canallas, un fantasma recorre la Comunidad de Madrid: el fantasma de la revolución de los barrios del sur contra el confinamiento dictado por Isabel Díaz Ayuso. ¿Acaso la presidenta de la CAM es la única que ha confinado zonas concretas de su territorio? No, se ha hecho –repaso de memoria– en Cataluña, Galicia, País Vasco, Murcia, Aragón y las dos Castillas. ¿Será que el confinamiento dictado por Díaz Ayuso es más severo que el de otras zonas? No, de hecho los mismos que ahora braman como si se hubiese declarado Holodomor al sur de la capital bramarán aún más en muy poco tiempo diciendo que las medidas son insuficientes. ¿Quizá, por un casual, todos los confinamientos habían caído hasta ahora en barrios de clase media-alta? Pues tampoco, por supuesto, pero a ver si se creen que justo esta iba a ser la primera revolución que se basase en alguna verdad.

El caso es que la izquierda radical –es decir, toda la que está en el Parlamento y, sobre todo, la que está en los medios– ha lanzado una campaña aún más feroz contra la presidenta madrileña por confinar barrios pobres y no ricos. Llama profundamente la atención que hayan elegido este leitmotiv, porque, aunque es un argumento lo suficientemente sencillo para que lo entiendan sus bases, es tan notoriamente falso que se le adivina poco recorrido: el criterio, acertado o no, ha sido superar un umbral concreto de incidencia de la epidemia, y entre las zonas confinadas, que es cierto que son mayoritariamente del sur de la región, hay también barrios de Alcobendas, el quinto municipio en renta per cápita de toda España.

Además, la verdad es que la gestión del Gobierno de la Comunidad de Madrid en los últimos días había dejado cosas que parecen más dignas de crítica que una falsa segregación de los barrios: las idas y venidas alrededor del coronavirus, la evidente descoordinación y, por supuesto, las propias cifras de la pandemia, de la que el Ejecutivo regional no es el único culpable –ni siquiera el mayor– pero de las que sí es responsable, como no podía ser de otra forma.

Sin embargo, en lugar de ceñirse a lo que es cierto y hacer críticas razonadas y razonables, se han lanzado a una especie de despiporre revolucionario en el que los barrios tienen ojos y, encima, están inyectados en sangre, uy qué miedo, Antonio.

Es lo que tiene creerte tu propia retórica pseudorrevolucionaria y obrerista de niño pijo y bien, que no ha visto un obrero en su vida y lo más revolucionario que ha hecho es bajarse de la chaise longue para hacerse unos selfis de pancartas con el iPhone. Y luego, por supuesto, irse a un sitio fino a comer y tomar vino del bueno, que las grandes bodegas son para la vanguardia del proletariado, como ya demostraron los guardias rojos en la toma del palacio de invierno.

Así que, entre botella y botella, yo creo que van a tener complicado instaurar estas Repúblicas Socialistas del Sur de Madrid a las que se han lanzado podemitas, socialistas y errejoners, ni siquiera aunque movilizasen a esa "mayoría social" de la que tanto hablan y que el domingo pasado les dejó en la estacada. Y, por cierto, es llamativo que si salen a manifestarse los cayetanos en Núñez de Balboa estemos ante una bomba de relojería vírica, pero si la concentración es en los barrios obreros no pase nada. Será que el virus distingue a los suyos, como diría aquel obispo de la Cruzada albigense.

En fin, que, pensada bien la cosa, parece que la Comunidad de Madrid, más que el fantasma de la revolución, la recorre una cuadrilla de fantasmones revolucionarios… Abrevando del presupuesto, eso sí, que a ver si encima de ser los buenos queremos que se lo paguen ellos. Sólo faltaría, tía.

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