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Cayetano González

El viacrucis del PSOE

Al PSOE le espera un auténtico viacrucis electoral. La primera estación será precisamente en una tierra donde la Semana Santa es algo muy especial.

Al PSOE le espera un auténtico viacrucis electoral. La primera estación será precisamente en una tierra donde la Semana Santa es algo muy especial.

Decía este domingo en una entrevista en ABC el extenor, exbarón socialista y expresidente de la Junta de Extremadura durante la friolera de veinticuatro años Juan Carlos Rodríguez Ibarra que en el PSOE no han sabido arreglar todavía "la sucesión de Felipe González". Creo que esta aseveración puede explicar, en parte, el calvario por el que está pasando el PSOE, aunque subrayo que sólo en parte, porque para que la afirmación fuera completa Ibarra debería haber añadido algo así: "Y los siete años de Zapatero en La Moncloa nos acabaron de dar la puntilla".

El miércoles de la semana pasada los socialistas se desayunaron con la encuesta del CIS, donde por primera vez desde la Transición el PSOE aparecía como tercera fuerza política, por detrás del PP y, sobre todo, por detrás de Podemos. Este domingo, otra encuesta de El País ratificaba esa tercera posición para los socialistas. La reacción del actual secretario general del partido, Pedro Sánchez, fue todo un poema: con una cara desencajada y con un atisbo de sonrisa absolutamente forzada contestó por tres veces a los periodistas que ahora lo que tocaba era ponerse "a trabajar". Lo que no aclaró el líder socialista fue si ese "a trabajar" era para evitar el desplome total y absoluto en las próximas citas electorales o para intentar recuperar algo del voto perdido desde 2011.

La realidad es que el PSOE, siempre según las encuestas, ha dejado de ser el referente principal del electorado de izquierdas. Ese papel ha pasado a ser asumido por Podemos. Todos los estudios demoscópicos y sociológicos coinciden en señalar que, además de Izquierda Unida, el mayor caladero de votos de Podemos es el PSOE. Y eso lo saben perfectamente los actuales y los anteriores dirigentes de este partido. Por eso la gran duda que tienen es qué hacer para frenar esa sangría de votos. Por si sirve de algo, convendría recordarles lo que ya hace meses dijo un socialista pata negra, Nicolás Redondo Terreros: "Si mi partido pretende jugar a Podemos, ganará Podemos". Y en esas están.

Decía anteriormente que la aseveración de Rodríguez Ibarra sobre la causa de los males del PSOE –no haber resuelto bien la sucesión de Felipe González– estaba incompleta si no se le añadía la consideración del mal causado por Zapatero en sus siete años de Gobierno. El PSOE está recogiendo desde entonces lo mucho y malo que sembró el político leonés nacido en Valladolid.

Pienso que hasta los socialistas más furibundos están en condiciones de entender y aceptar que la política seguida por Zapatero en cuestiones tan vitales como la unidad de nuestra Nación –concepto para él discutido y discutible–, Cataluña –Pasqual, apoyaremos en Madrid lo que apruebe el Parlamento de Cataluña– o la negociación con ETA –Otegui es un hombre de paz– fue letal para España, y también para el PSOE. Con su proceso de segunda transición, con su política suicida de entendimiento y cesiones a los separatistas y a los terroristas, Zapatero se cargó en pocos años las señas de identidad de su partido, haciéndolo irreconocible a ojos de muchos de sus potenciales electores, que en las elecciones generales del 2011 huyeron despavoridos hacia otras opciones políticas o simplemente se quedaron en casa.

Ese tsunami no pudo ser contenido ni por el propio Rubalcaba, que en las elecciones europeas de mayo del pasado año cosechó el peor resultado del PSOE, lo que le empujó a abandonar el barco antes de que se hundiera del todo.

Por eso es un poco injusto centrar ahora todas las críticas en la endeblez política del actual secretario general, Pedro Sánchez. Es verdad que sus meteduras de pata y errores de bulto han sido de aurora boreal: desde plantear la supresión del Ministerio de Defensa hasta tener una postura confusa y ambigua sobre una posible reforma de la Constitución, para satisfacer de esa manera las pretensiones del independentismo catalán, pasando por pedir funerales de Estado para las víctimas de la violencia de género.

A Pedro Sánchez lo eligieron los militantes del PSOE hace siete meses en unas primarias que fueron bastante modélicas respecto a lo que debería ser la democracia interna de los partidos. Desde luego, la comparación entre ese proceso y el espectáculo que está dando el PP, pendiente de en qué cabezas se apoya el dedo de Rajoy para las autonómicas y municipales, es harto elocuente. Asimismo, convendría recordar que si Sánchez ganó esas primarias a su principal rival, Eduardo Madina, fue por el apoyo que le brindó la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz.

Al PSOE le espera un auténtico viacrucis electoral. La primera estación será precisamente en una tierra donde la Semana Santa es algo muy especial. Y habrá que ver si a Susana Díaz el adelanto electoral en Andalucía no se le vuelve en contra. Pero luego vendrá la segunda estación, las municipales y autonómicas de mayo, donde el PSOE puede perder la otra comunidad autónoma donde gobierna, Asturias -gracias al apoyo que en su día le dio UPyD-. Si en esas elecciones municipales y autonómicas los socialistas no reconquistan plazas, o son superados por Podemos –Madrid y Valencia serán dos escenarios clave–, las generales de noviembre-diciembre se les harán muy largas. Además, antes de las generales, en setiembre, serán las catalanas, donde el PSC, al igual que el PP, está en caída libre, pudiendo ser superado por CIU, ERC, Podemos y Ciudadanos.

En resumen, el panorama que tiene por delante el PSOE no es nada halagüeño. A las dudas sobre la consistencia de su secretario general se une la falta de renovación de su discurso político, unas malas expectativas electorales y la irrupción de una fuerza política por su izquierda que le está comiendo claramente la tostada.

Efectivamente, los socialistas, como dijo su secretario general, tendrán que ponerse "a trabajar", lo cual tampoco les garantizará salir del pozo en el que se encuentran.

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