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Cayetano González

Soraya o el suicidio del PP

Un síntoma claro de lo mal que está el PP es que tenga visos de verosimilitud que la vicepresidenta del Gobierno pueda ser la posible candidata a casi todo.

Un síntoma claro de lo mal que está el PP es que tenga visos de verosimilitud que la vicepresidenta del Gobierno pueda ser la posible candidata a casi todo.

Un síntoma claro de lo mal que está el PP por dentro y por fuera es que tenga visos de verosimilitud que la actual vicepresidenta del Gobierno pueda ser la posible candidata a casi todo: a la Alcaldía de Madrid en las elecciones de mayo o a sustituir a Rajoy como cabeza de lista en las próximas elecciones generales y de esa manera tener posibilidades de presidir el tan ansiado por algunos Gobierno de gran coalición PP-PSOE, que al paso que van estos dos partidos ni será Gobierno ni, sobre todo, será gran coalición. Y eso sin contar, como dice el pequeño Nicolás, que Soraya es ya de facto presidenta del CNI, con permiso del general Sanz Roldán. Añádase a este cóctel el hecho de que es la preferida del grupo Prisa y la mezcla no puede ser más explosiva.

No sé ni me importa mucho cómo hace las encuestas Pedro Arriola y cuánto las cocina en sus costosos fogones, pero no hace falta ser un experto demoscópico ni un destacado politólogo para llegar a las siguientes conclusiones:

1) La mejor candidata del PP para la Alcaldía de Madrid es, con mucho, Esperanza Aguirre. Lo que sucede es que a la lideresa la quieren mucho más las bases del PP que sus actuales dirigentes, que la detestan. No está de más recordar que el propio Rajoy no hace tanto tiempo –en abril de 2008, durante un mitin en Elche– la invitó, sin citarla, a irse al partido liberal o conservador si no estaba a gusto en el seno del PP.

2) Soraya representa los valores que hicieron grande al PP después de su refundación en 1990 en la misma proporción, pongo por caso, que Joan Laporta puede hacerlo con los del Real Madrid. Y digo "los valores que hicieron grande al PP" porque los que definen en la actualidad a la formación conservadora claro que los representa a la perfección.

Soraya es el relativismo puro y duro –ella fue la principal opositora y la que torpedeó la reforma de la ley del aborto impulsada por el dimitido Gallardón–. Soraya es la vacuidad ideológica; es el ponerse continuamente de perfil, el no dar la cara ante las cuestiones espinosas o que puedan suponer un desgaste político para su augusta persona. Soraya prefiere ayudar, y de qué manera, a un grupo de comunicación como Prisa antes que a otros grupos que ideológicamente puedan estar más cercanos al PP. Soraya, lo dije en un anterior artículo y lo reitero ahora, podría ser perfectamente vicepresidenta en un Gobierno del PSOE o de los socialistas con CiU o PNV. Ella es muy transversal.

El hecho cierto es que esta mujer –su valía profesional y su capacidad de trabajo no están en duda–, que echó su currículum en el PP en 1996 por si había suerte, goza en la actualidad de un gran poder en el Gobierno porque así lo ha querido su jefe; va colocando en puestos clave a sus sorayos –el último ha sido el nuevo ministro de Sanidad, Alfonso Alonso– y se postula o es postulada por aquellos a los que ha ayudado tan generosamente para ser el relevo de Rajoy si este decide retirarse de la primea línea de la política tras el a día de hoy más que probable batacazo que el PP se puede llevar en las elecciones municipales y autonómicas del próximo mes de mayo.

Ahora bien: el desorden y el caos interno que reinan en el PP, la falta de criterio y de liderazgo y la desorientación de muchos cargos públicos, que no saben si repetirán como candidatos, tienen un único responsable, que no es otro que Mariano Rajoy Brey, que entre su abulia natural, su pereza para tomar decisiones y su "manejo magistral de los tiempos" propicia este estado de cosas. Por no hablar de que ni Rajoy ni los actuales dirigentes del PP se quieren enterar de que las cosas están cambiando a una velocidad de vértigo y que seguir haciendo gala de que es el dedo divino del presidente el que pone y quita candidatos, sin ningún tipo de participación de los militantes en la elección, es algo que produce una pésima impresión y rechazo en la ciudadanía.

Si hubiera un mínimo de democracia interna y se dejara hablar y votar a los militantes, la candidatura de Soraya para cualquiera de las responsabilidades que se barajan tendría muy pocas posibilidades. Otra cosa es que el PP quiera suicidarse, electoralmente hablando; en ese caso, efectivamente, lo mejor sería presentar a Soraya. El que seguro que continuaría con ella sería el sociólogo Pedro Arriola. Manda huevos, que diría nuestro actual embajador en Londres.

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