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Cristina Losada

Los 'hombres buenos' son peores

Los experimentos de Gobiernos de gestión consensuados en Italia y Grecia fueron efímeros, inestables y tuvieron efectos políticos indeseables.

Como los partidos no se ponen de acuerdo y parece que no podemos vivir un minuto más sin Gobierno, circula la idea de que se forme un Gobierno de gestión. Esto es, un Gabinete presidido por una figura de prestigio que pueda reunir el apoyo de PP, PSOE y C’s, y que sea capaz de llevar adelante las famosas reformas pendientes de las que se viene hablando desde hace años. Y aun siglos. El periodista John Müller daba el otro día nada menos que 18 nombres para esa misión imposible y los clasificaba en tres grupos: los políticos del bipartidismo, la hipótesis Borgen (presidente Rivera) y los que compondrían una "alternativa Monti", en alusión al Gobierno de Mario Monti que hubo en Italia entre 2011 y 2012.

El meollo del asunto, dicho en breve, consiste en cortar cabezas para posibilitar la gran coalición que pide el PP. La expectativa implícita es que, eliminados Rajoy y Sánchez de la ecuación, y también Rivera si la cosa va de degollina, los tres partidos se van a prestar, por fin, a sellar un acuerdo de Gobierno. Esto sería la gran coalición con otras cabezas, y tiene en nuestras circunstancias los mismos inconvenientes que una con las cabezas actuales: dejar el monopolio de la oposición a un partido antisistema y dejarle a la vez el monopolio de la izquierda. Yo no veo al PSOE, ni con Sánchez ni sin él, firmando su certificado de defunción, por lo que no le pronostico mucho éxito a un intento de esa clase. Mejor que no lo tenga. Por lo antes dicho.

Caso de que presidiera ese Gobierno tripartito alguna figura del mundo empresarial o alejada de la política, como en la alternativa Monti, aun habría que añadir otras contraindicaciones. El populismo ambiental, con su veta antipolítica, aplaudiría seguro que las riendas gubernamentales las llevara un personaje que estuviera fuera del barro político y por encima del bien y del mal. Pero es un espejismo. Un Gobierno de gestión no está fuera de la política, porque para eso es un Gobierno, y tampoco da estabilidad ni resuelve una crisis, como se demostró en Italia y en Grecia cuando hace un lustro recurrieron a tecnócratas, gestores y hombres buenos en medio del seísmo que sacudió a la Eurozona.

En el fondo, las dos experiencias fueron fórmulas para que los partidos políticos mayoritarios evitaran el desgaste de aplicar ellos mismos las medidas impopulares requeridas para hacer frente a la eurocrisis. Tanto el Gobierno de Monti como el de Papademos se formaron con el acuerdo de los principales partidos. El de Monti sólo aguantó un año, porque Berlusconi no aguantaba fuera del poder. Cayó en diciembre de 2012 y en las elecciones de febrero de 2013 las siglas más votadas resultaron ser las del Movimiento 5 Estrellas del cómico Beppe Grillo.

Las consecuencias de la componenda tecnocrática fueron menos divertidas en Grecia. El Gobierno Papademos se instaló en noviembre de 2011 con el respaldo del Pasok, Nueva Democracia y un partido más a la derecha. Duró medio año. Hubo elecciones y se formó un Gobierno de Nueva Democracia apoyado por Pasok e Izquierda Democrática. Esos dos partidos no entraron en el Gobierno, pero ello no impidió que el Pasok pagara un alto precio. Se vio reducido a la marginalidad en las elecciones siguientes, las que ganó Syriza en enero de 2015. Probablemente los socialistas españoles tienen en cuenta el caso griego cuando se resisten a dar el "sí, quiero" a un Gobierno presidido por el PP.

Los experimentos de Gobiernos de gestión consensuados en Italia y Grecia fueron efímeros, inestables y tuvieron efectos políticos indeseables. Cuando sacas a los políticos por la puerta entra la antipolítica por la ventana. Y cuando juntas a los partidos del sistema refuerzas a los antisistema. Exactamente lo que podría suceder en España.

En España

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