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Cristina Losada

Torra en la vía de los muertos

Un Gobierno que espera a los hechos consumados es un Gobierno que va por detrás de los acontecimientos que lo atropellarán.

Un Gobierno que espera a los hechos consumados es un Gobierno que va por detrás de los acontecimientos que lo atropellarán.
Pedro Sánchez y Quim Torra | EFE

No hay duda de que el separatismo catalán está en la vía de los muertos. Sería bueno decir que está en vía muerta, pero de momento, dados los precedentes, es una irresponsabilidad echar en saco roto la retórica de enfrentamiento, y de enfrentamiento armado, que emplean sus dirigentes. No hay duda, por varias razones. La primera son las declaraciones mismas de Torra y sus acompañantes. El hecho de que fijaran la vía eslovena como el camino a seguir se podría tomar como una vuelta más del artilugio donde giran sus cambiantes modelos (Escocia, Quebec, Kosovo, etc.), si no fuera por cómo presentaron la fijación.

Cuando se dice que "no hay marcha atrás" o que hay que "seguir adelante con todas las consecuencias" y se concluye con un "estemos dispuestos a todo". Cuando se anuncia que "el tramo que nos queda hasta llegar al final, no tenemos que engañarnos más, será dramático", y que "ha llegado la hora de pagar el precio alto, injusto, pero inevitable de nuestra libertad", poca duda puede haber sobre lo que se está diciendo. Poco margen de interpretación dejan acerca de lo que tienen en mente y están perfilando. ¿Un lenguaje que parece que esté llamando a una insurrección?, como ha declarado el ministro Borrell. El ministro tiene que quitar hierro para no plantear acto seguido la segunda aplicación del 155. De nuevo, como antes del golpe de octubre, un Gobierno que espera a los hechos consumados es un Gobierno que va por detrás de los acontecimientos que lo atropellarán.

En el golpe de octubre ya hubo violencia, como fue notorio y como han expuesto en detalle el auto de procesamiento Llarena y el escrito de la Fiscalía. Una cosa es que el separatismo se proclame todos los días pacífico y bello, y otra distinta es que lo sea. Ni lo fue ni lo es. Antes de esta referencia a la vía eslovena, ya se había manifestado su disposición a provocar el enfrentamiento. No lo suficiente, según ciertos intelectuales orgánicos del separatismo, como el que dijo, desde el cómodo sillón de un plató, que sin muertos la independencia tardará mucho más. Los muertos como necesidad estratégica. Unos muertos que, en la cabeza de esta gente, que es fanática pero no proclive al sacrificio, nunca serán ellos ni los próximos: siempre son otros.

No es por azar que haya sido Torra el que más abiertamente haya indicado la vía de la violencia. Admira a pistoleros separatistas como los Badía o Cardona ("la causa de Cataluña requiere una brownin [sic] en cada bolsillo"). Los ha ensalzado como "pioneros de la independencia" y por su "tozuda voluntad de ser cueste lo que cueste". El eco de ese "cueste lo que cueste"suena en sus palabras en Bruselas: "Estemos dispuestos a todo", "con todas las consecuencias". Torra, que va a ayunar, dicen, un par de días, porque no está dispuesto a todo, incita cínicamente a recorrer el camino hasta el final. Exactamente hasta ese final dramático que pone en el horizonte Toni Comín, otro héroe que se dio a la fuga para no arrostrar todas las consecuencias. No hay tampoco duda: ese "precio alto, injusto, pero inevitable" quiere que lo paguen otros.

La vía eslovena no se reduce, por lo demás, a la secesión eslovena y a la Guerra de los Diez Días. Fue el primer acto de las Guerras Yugoslavas. Hoy, cuando las comparaciones vuelan sin alas, es preciso recordar que Yugoslavia, a diferencia de España, era una dictadura. Una dictadura comunista pero enormemente descentralizada. Se había hecho lo que se llamó descentralización sin democracia. Es de interés que el Gobierno esloveno, decidido a la secesión, aprovechó los elementos descentralizados de las fuerzas armadas –planeado así por Tito a fin de hacer frente a una posible invasión soviética– para disponer de un contingente militar bajo su control exclusivo. En Eslovenia se prepararon para una guerra desde mucho antes de su declaración de independencia. El separatismo catalán tiene que explicar su apuesta por una vía que incluyó preparativos bélicos, provocó víctimas y fue uno de los detonantes de la cruenta implosión de un país. Y el Gobierno de España tiene que exigírselo.

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